CARTAS AL DIRECTOR

Los hijos

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Hablar, o escribir, sobre los hijos es un tema controvertido. Y si hablamos del numero conveniente para, al menos conseguir la perpetuación o más aún para que las pensiones estén garantizadas, ya comienza a ser espinoso. Si decimos que se debe aceptar los hijos como un don de Dios, que es la vida, y no como un derecho, entonces saltan chispas. Lo que sí es cierto es que los hijos -hablo del matrimonio- suelen venir más tarde por conveniencia de los cónyuges. Es frecuente oír «no, todavía es pronto para pensar en tener niños», hay «otras prioridades». Pasa el tiempo, como pasa todo y luego resulta que los hijos no llegan. No importa, la ciencia nos lo soluciona, y se recurre a la fecundación «in vitro». En el matrimonio se supone que hay amor y se perpetúa en el hijo; pero el hijo ya no va a ser concebido en el claustro materno. Va a ser producto de una manipulación de laboratorio. Todo un acontecimiento familiar, todos con lo boca abierta. ¡Un hijo cuando ya no había esperanza! La ciencia tiene mucho de extraordinario, y a más se llegará. Bebé a la carta, y se nos abre la boca a todos al ver a lo que hemos llegado. Los hijos no venían y en la mujer, naturalmente pueden aparecer secuelas psicológicas al no conseguir lo propuesto. Según estudios suecos un 65% abandona el tratamiento de fecundación asistida sin resultados positivos; lo hacen por cansancio más que por razones médicas o económicas. Y resulta comprensible cuando la búsqueda de descendencia se convierte en una obsesión invasiva por lo arduo; sobre todo para la mujer. Ya se ha conseguido la fecundación, haya costado lo que haya costado, incluso el desprecio de embriones. Se puede tener la tentación de la selección, ya puestos en el tobogán. Es triste pensarlo, pero es la realidad, si bien en algún país como en Alemania parecen que toman en serio la protección del embrión y hay un debate sobre el diagnóstico preimplantacional.