LOS LUGARES MARCADOS

Amig0s visibles

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Este año, tanto en mi casa como entre el grupo de amigos de la Asociación Argónida (con ellos es ya costumbre inveterada), el 'amigo invisible' tenía tema: había que regalar libros. La invisibilidad relativa del donante se plasmaría así en el cuerpo de papel y tinta de un amigo visible, uno que sería capaz de revelar secretos, contagiar aventuras y compartir sabiduría. Creo que es una idea hermosa y compartible ésta de cambiar el anónimo regalo por un libro sorpresa. Es un obsequio que nunca falla. Un libro siempre es compañía: en la espera, en el desamor, en la nostalgia. Nos hará reír o llorar, o reír y llorar a un tiempo. Nos volverá más sabios y más humanos. Nos hablará de todos, pero sobre todo de nosotros mismos.

Sea un manual educativo, un álbum iluminado en el que demorar los ojos, un cómic que recupere nuestra infancia de tebeos, un poemario donde quepan todas las preguntas, o incluso un best-seller de enigmas y templarios, un libro siempre ofrece una enseñanza al alcance de quien se atreva a pasar sus hojas, y que se repetirá para otro, otro y otro más. El libro es amigo generoso, que no se cansa de compartir y compartirse, que no se agota, que no se cierra para nadie.

De nuevo este año me he alegrado viendo colas en las librerías, personas que indagaban de los libreros y hojeaban volúmenes para encontrar el ejemplar acertado, el que conviniera al padre, a la hermana, al amigo, a la novia. Comprar un libro también es instructivo, provechoso, y una tarde empleada en la librería es tiempo ganado a la existencia, multiplicado por dos, por diez, por cien. Regalarlos es tan gozoso como recibirlos. Para las próximas fiestas pienso postular de nuevo por un amigo invisible que traiga libros amigos, visibles, tangibles y venerables.