opinión

'Por favor, señora'

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Puesto a pedir, nuestro eclipsado presidente, señor Zapatero, le está pidiendo a la señora Merkel que socorra al euro, ya que si no lo hace ella no hay Dios que le ampare. Como no se fía de las promesas ya que las palabras se las lleva el viento y luego las juntan los historiadores cuando barren la historia, le ruega que se comprometa a hacerlo por escrito. Para que quede, por si es lo único que queda. Todo un carácter el de la señora Merkel. Parafraseando los versos de Blas de Otero, es rubia y alemana y si no tiene un mirlo debajo de la piel es porque tiene una pajarería completa. Además, también tiene a un pueblo detrás, circunstancia que le sitúa en las antípodas de otros líderes a los que no les importa, a condición de seguir siéndolo, llevarse a su pueblo por delante.

La señora por antonomasia dice que no es culpable de la eurocrisis, pero tampoco nosotros somos culpables de no ser alemanes. Su ministro de Finanzas niega que el euro vaya mal. Recuerda que la inflación media en su país es inferior a los tiempos del marco y se apresta a defender la amenazada moneda comunitaria. Gracias sean dadas a los volubles dioses bursátiles.

Además de un latazo importante sería una catástrofe el relevo del euro. En su momento, cuando se produjo su traducción a las pesetas, que también eran rubias como la señora Merkel, aunque pesaban menos, la operación nos pareció lo que realmente era: una estafa. Andando el tiempo, que sólo se para cuando toma carrerilla, nos hemos acostumbrado a manejarnos con él. Mi generación todavía piensa cada precio en pesetas y por eso, y porque es verdad, todo le parece carísimo, pero lo único cierto es que somos unos antepasados. Yo lo percibo en el espejo cuando me afeito. Empiezo a ser de otra época, pero no lo deploro. Que le vayan dando a aquellos tiempos. Lo que hace falta ahora es que la señora Merkel se disponga a darnos la mano.