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Assange paga sus relaciones de riesgo

Las dos mujeres que denunciaron al líder de Wikileaks acudieron a comisaría tras saber que con ambas se negó a usar preservativo pese a su claro rechazo

LONDRES. Actualizado: Guardar
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Horas después del envío a la prisión londinense de Wandsworth del fundador y director de Wikileaks, Julian Assange, los ecos de una supuesta conspiración internacional para acallarlo -evidente en la coincidencia de grandes empresas que han cancelado sus cuentas con el sitio web tras la publicación de los cables diplomáticos- se extendían al corazón de la ley penal sueca sobre relaciones sexuales.

El célebre periodista, también australiano, John Pilger, que alcanzó fama en el reporterismo de guerra, denunció en el banquillo de los testigos, cuando ofreció 22.000 euros como uno de los avalistas del acusado, que las acusaciones contra Assange son «absurdas» y que él sabe que la reactivación del caso contra el director de Wikileaks fue promovida por un prominente político sueco.

El abogado de Assange, Mark Stephens, mostró su extrañeza porque los magistrados de Suecia remitieran una orden de arresto por una investigación sobre un posible delito de «sexo por sorpresa». «Signifique lo que signifique, sexo por sorpresa será un delito en Suecia, pero no lo es en Reino Unido, ni en Estados Unidos ni en Ibiza», dijo Stephens.

Sexo por sorpresa es la traducción en la euroorden dictada por la Fiscalía de Estocolmo por los delitos que se investigan y que en sueco son 'sexuellt ofrendande' y 'sexuellt utnytjande'. El primero puede traducirse como importunar o molestar y el segundo como aprovecharse o abusar. El magistrado que vio el caso habló de coerción y de abusos y afirmó que espera documentación que le permita traducir la conducta que se investiga al código británico, trámite necesario en la extradición.

Los hechos han sido investigados por los medios y emerge un retrato común sobre lo ocurrido entre el 14 y el 18 de agosto, cuando Assange estaba en Suecia, entrevistándose con colaboradores de su publicación y participando en seminarios. El australiano, que vive de modo itinerante, pernoctando en casas de amigos y colaboradores, residió en la casa de A., una de sus acusadoras.

Mantuvo con ella relaciones sexuales y en uno de los casos el condón no funcionó, quizás por una ruptura. W., una asistente a un seminario en el que participó Assange, a quien admiraba, también entabló una relación amistosa con él, que desembocó en sexual, en el domicilio de W., a cuarenta kilómetros de Estocolmo. W. pagó el billete de tren de ida y vuelta de Assange, que no tenía dinero ni quería usar su tarjeta de crédito, para no ser detectado por servicios de inteligencia.

La relación que tuvo con W. está en el origen de la querella. El fundador de Wikileaks inició la actividad sexual cuando ella estaba dormida, en la mañana. No utilizó un condón, aunque W., como A., le habían exigido el uso de preservativo en sus relaciones. W. quedó preocupada de haber contraído alguna enfermedad de transmisión sexual e intentó contactar infructuosamente con Assange.

Encuentros frecuentes

Estableció contacto con sus amigos y lo hizo finalmente con A. Cuando las dos mujeres descubrieron que Assange mantuvo este tipo de relaciones sexuales frecuentes con diferentes mujeres y evitando el preservativo, acudieron juntas a una comisaría de policía tras no lograr que se sometiera a pruebas médicas. La fiscal de guardia, en la noche de un viernes, pidió su detención por violación.

La fiscal titular, al analizar el caso, archivó la querella porque no vio causa de violación, acusación que ninguna de las dos mujeres sostiene. Pero acudieron a otro abogado, que presentó una nueva denuncia, avalada por una de las principales fiscales de Estocolmo, en la que se describen las circunstancias en las que Assange impulsó el mantenimiento de la relación sexual, en el caso de A. recurriendo a cierta presión física no extrema, aunque desoía la petición de preservativo.

El motivo de la euroorden de arresto es que Assange no ha acudido a Suecia a responder de las acusaciones y someterse a las autoridades que las investigan. La idea de una conspiración política en este caso parece muy tenue y las bromas sobre «sexo por sorpresa», al menos desafortunadas. El patrón de Wikileaks, que ha ilustrado en los últimos días cómo se comportan privadamente los gobiernos del mundo, tiene que responder ahora a las revelaciones sobre su propia conducta.