La vicepresidenta económica, Elena Salgado, con el director del FMI, Dominique Strauss-Kahn. :: EFE
Economia

Tensiones en el Eurogrupo para reforzar la respuesta a la presión de los mercados

Angela Merkel rechaza el aumento del Fondo de Rescate y la emisión de eurobonos que reclama el FMI

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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Los ministros de Finanzas del Eurogrupo lidiaban todavía a primeras horas de la noche de ayer con ideas, no concretadas, de reforzar los mecanismos existentes desde la pasada primavera en la Europa comunitaria para auxiliar a los países miembros del euro en dificultades financieras. La división reinaba en el seno del Consejo, en el que encuentran asiento los 16 miembros de la Eurozona.

Una vez más, como viene sucediendo invariablemente desde hace meses, los prolegómenos de la reunión se vieron fuertemente alterados por una auténtica cascada de declaraciones, procedentes de personajes tan variopintos como inoperantes en las polémicas por ellos suscitadas, o a las que, estando ya en marcha, decidieron auparse con alborozo y entusiasmo parejos con la irrelevancia de sus opiniones.

Fue el caso de los eurobonos. Se trata de una muy vieja idea que Jacques Delors puso en circulación en 1993. El legendario presidente de la Comisión europea, padre de la Unión Monetaria, quería con ellos acopiar recursos financieros para poner en marcha un gran programa de infraestructuras con el que relanzar la economía, entonces alicorta como ahora. Keynesianismo en estado puro. Le dijeron que no, que Europa no emitiría bonos por dos razones fundamentales: porque haría falta una instancia emisora (alguien responsable ante los mercados del papel que se les ofrecía) y porque la operación entrañaría inevitablemente un coste. Había, además, otras razones políticas, relacionadas con cuestiones de soberanía monetaria (el euro, por aquel entonces, era una promesa en la que no creía casi nadie) y económica.

Los eurobonos afloraron a la superficie ayer, de la mano, primero, del director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn. Quiere más colchón financiero que los 750.000 millones aprobados en mayo para un periodo de 3 años, de los que echar mano si algunos socios de la Eurozona bordean la suspensión de pagos en esta crisis de deuda.

La reclamación de Strauss-Kahn sorprende porque la cifra de 750.000 millones no fue definida al azar: era el dinero necesario para sacar de un aprieto a los países (Portugal, España, Irlanda, Italia en menor medida), que podían sufrir más para captar recursos financieros en los mercados de capitales. La petición de Strauss-Kahn -que no deja de ser un funcionario cualificado-, fue en cierto modo avalada por el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, y por el italiano Giulio Tremonti. Ambos son partidarios de los eurobonos y suelen apoyar la idea en público periódicamente, pero toparon con el rechazo fulminante de Angela Merkel, que corre con la mayor parte del coste de avalar el Fondo de Rescate de 750.000 millones, y a la que la política del BCE de comprar deuda de países de la Eurozona en estado de fragilidad le está ocasionando un importante desgaste político interno.

El conocimiento de estas realidades no impidió al jefe del grupo liberal de la Eurocámara, el belga Guy Verhofstadt, descalificar el «temprano rechazo» de la idea de los eurobonos por parte de la canciller. Verhofstadt no incorporó a su pronunciamiento público el dato de que la deuda pública belga está nuevamente en el 100% del PIB, y que el país sigue sin gobierno medio año después de las últimas legislativas.

Pero la idea de los eurobonos, o la de una mayor dotación del Fondo Europeo de Rescate, rechazadas ambos por Merkel, difundieron la impresión entre los mercados de que no estarían ya únicamente en riesgo las economías del sur de la UE, sino también otras aparentemente más sólidas, como la belga o la francesa. Es decir, que Europa volvió a pasarse el día disparándose a su propio pie, en un ejercicio de irresponsabilidad asombrosa.