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Cuórum libros

Cádiz Actualizado: Guardar
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A Pedro Rivera y a Pepe Jaime no les debe llegar la camisa al cuerpo: con la que está cayendo y ahora tendrán que cambiar el letrero de su Quórum Libros, encargar a la imprenta nuevos sobres, si quieren ajustarse a la nueva edición de la Ortografía de la Real Academia Española, que vendrá a casa por Navidad como si fuera un turrón. Estaría mal visto que una librería se pregonara con faltas ortográficas. Así que sólo les quedará la opción de pasar a llamarse Cuórum Libros o poner su nombre de hoy en cursiva pero sin tilde como si fuera un extranjerismo o, en este caso, un latinajo. O hacerle puñetero caso a la que limpia, fija y no sólo da esplendor sino disgustos con algunas de estas pamplinas. Y es que el coordinador de este repellado ortográfico, Salvador Gutiérrez Ordóñez, ya ha anticipado alguna de sus novedades, como por ejemplo que la b sea be como un balido o que la i deje de ser griega, quizá como aplicación de la Ley de Extranjería, para convertirse en yeyé como la chica a la que diera voz y vida Concha Velasco. O qué decir de la supresión de la ch y la ll, víctimas sin duda de un plan de austeridad similar al que le ha costado la vida a los ministerios de Igualdad y de Vivienda en la última reordenación del Gobierno que ha llevado a cabo José Luis Rodríguez Zapatero. En esta economía de guerra, también han fallecido de muerte natural algunos acentos y seguro que sus ilustrísimas están planteándose suprimir las mayúsculas, si no corriesen con ello peligro algunos de sus sillones y por lo tanto muchos de sus opíparos sueldos. Pero lo de la abolición de la Q es como desahuciarla de las pocas palabras que todavía le dan cabida, como pronombres relativos y otras pequeñas y medianas empresas de la lengua. Qatar ya no será Qatar sino Catar, que uno no sabe muy bien cómo se tomarán los árabes que rebauticemos a dicho país con el mismo verbo que usamos para probar los vinos. Qué aburridos deben estar en la Academia y qué aperreados deben estar los libreros gaditanos, que no se habrán visto en otra desde aquel follón de cuando se les quemó su local de la Calle Ancha como si fuera un auto de fe de otros tiempos. Y es que han tenido mal fario a la hora de darle nombre a todos sus comercios. Porque si lo tienen difícil con Quorum, ¿qué va a pasar con Qüentum? La Real Academia, por ahora, no ha contemplado ese caso. ¿Y su otro establecimiento que para mayor redundancia se denomina Q & Q, terminará denominándose C&C como si fuera la copia compartida de un correo electrónico? Así que Pepe Jaime y Pedro Rivera no sólo deben estar subiéndose por las paredes, haciendo números y reprochándose la ocurrencia que seguramente tuvieron alguno de los dos. También se estarán preguntando por qué los académicos si se aburren tanto no se dedican a menesteres como éste, en lugar de afrontar retos más dignos como suprimir el abuso de la k en los sms, el laísmo de los presentadores de telediarios o impartirle un máster en lexicología a la princesa del pueblo, por un poner. O también podrían crear «Erratas sin fronteras», una ONG al servicio de los periódicos y de los lectores, tras la supresión de la figura del corrector de pruebas en nuestros ilustres rotativos.