Sociedad

Los bárbaros del cine

Un documental, presentado en la Seminci, retrata a la generación que puso patas arriba las salas en los 70

VALLADOLID. Actualizado: Guardar
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Les vinieron a llamar la 'Escuela de Yucatán', el nombre de la cafetería de la madrileña Glorieta de Bilbao donde se reunían en horas de clase. El resto del tiempo lo pasaban en la Filmoteca y en cines de barrio. Fernando Trueba se tragaba cuatro películas diarias, «las sesiones de las cuatro, las seis, las ocho y las diez». Escribía críticas y le llamaban 'el Panavisión' por su estrabismo. Antonio Resines iba siempre con muletas a causa de sus lesiones de rugby. Llevaba una libretita, así como parecía el más organizado acabó de productor. «Me encargaba de comprar bocadillos y de que los actores no se emborracharan la noche anterior». Fernando Colomo era el único que había pasado por la Escuela Oficial de Cine. Estudió la rama de Decoración porque sólo allí había plazas.

Hace más de treinta años, una generación puso patas arriba el cine español sin proponérselo. Produjeron películas con cuatro duros y de espaldas a la industria sin asomo de trascendencia. Les movía la necesidad vital de dar salida a los inmediato y de reflejar el revolcón social que provocó el fin del franquismo entre los jóvenes de la burguesía madrileña, a los que el tiempo acabó bautizando como 'progres'. Para sorpresa de todos, títulos como 'Tigres de papel' y 'Ópera Prima' fueron éxitos de crítica y taquilla. Manifiestos generacionales con los que el realizador Chema de la Peña salda su deuda en el documental 'Un cine como tú en un país como este', estrenado en la Seminici y que llegará a las salas en noviembre.

Amaban el cine francés en general y a Truffaut en particular. No sabían que incubaban el germen de una 'Nouvelle vague' inventada a golpe de cubata y porro en garitos de Malasaña. A unos amigos les pedían dinero para financiar cortos y a otros que actuaran ante la cámara para hacer de ellos mismos. Rodaban en escenarios naturales y con sonido directo, una rareza en el cine español de la época. «De repente, te encontraban diciendo una frase en la película que habías dicho antes en la vida real», recuerda Carmen Maura, musa de un movimiento que adoptó los rostros de Oscar Ladoire, Joaquín Hinojosa o Félix Rotaeta.

En la era del DVD y las descargas por internet, «uno puede hacerse cinéfilo en un mes», sentencia Fernando Colomo. En los 70 era diferente. Un largometraje vivía seis meses rotando por las salas nacionales.