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Paco volvió al lugar del crimen

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Veintiocho años y el pelo largo: Paco de Lucía asaltaba la Bastilla de la música clásica española, el Teatro Real de Madrid, un 20 de febrero del crucial 1975. Aquel concierto, del que resultó un disco memorable, abrió las puertas de ese escenario a otros creadores de la misma cuerda, desde José Menese a Enrique Morente y Manolo Sanlúcar o, más jóvenes, María Pagés o Diego El Cigala, que en la noche del lunes, acudieron a ver como volvía de nuevo al lugar del crimen, 35 años más tarde. «Todos nos ponemos calvos -sentenciaba el guitarrista Gerardo Núñez desde el patio de butacas-, pero uno aprende del maestro con tan sólo verlo afinar». De nuevo allí, el autor de 'Almoraima', que primero sólo quiso caminar y ahora quiere volar en el aire. Quizá la misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Sólo que nosotros los de entonces ya no somos los mismos. A su genio tímido, le asomaban los nervios: el concierto se grabó quizá para un nuevo disco, a pesar de que ese escenario le de yuyu por sus tiquismiquis, incomprensibles para ese heterodoxo hombre orquesta, acostumbrado a pasearse por todas las óperas y recintos sinfónicos del mundo mundial.

Su música ya es patrimonio inmaterial de la Humanidad, aunque la Unesco demore su veredicto para el mes de noviembre. Flamenco es, como la campaña que ha emprendido para ello la Junta. Rodeado de palmeras de adorno y con un sinfín de usías y artistas entre el respetable, Paco tardó poco en encontrar un sonido limpio que no soltó hasta el fin de la noche, en largos fraseos y riffs que viajaban en un mismo tramo desde la seguiriya a la bulería pasando por la soleá y la rumba. Ora deconstruía 'Campanas del alba', ora apuntaba el estribillo de 'Canastera', aquel palo que crease junto a Camarón y cuya letra enuncia ahora David de Jacoba, un poderoso pero joven cantaor de Motril que le presta escolta al clásico Duquende. A su vera, el baile del benjamín de los Farruco, la percusión del Piraña, la armónica invencible de Antonio Serrano, alias 'Boquerón', el bajo crecido de Alain Pérez. La gran sorpresa se llama Antonio Sánchez, como el padre y como aquel hermano de Paco que prefirió ganarse la vida como botones que entregarse a la religión de la guitarra. Es su hijo. Tiene un año más que su tío Paco cuando actuó por vez primera en el Real. Ahora le acompaña como segunda guitarra, con calidades de primera.

El teatro está en pie, tras el bis de 'Entre dos aguas'. Paco se mira una uña como si le diera pudor o como si se la hubiera roto. El tiempo pasa por las bambalinas, pero no por sus dedos.