José Antonio Labordeta junto a su mujer, durante una visita a Bilbao. :: R. C.
ESPAÑA

Se apaga la voz del pueblo

La muerte de José Antonio Labordeta deja huérfanos a todos los que lucharon por la libertad

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Hubo muchas formas de encontrarse con José Antonio Labordeta, de conocer al cantautor de guitarra recia y duras elegías, de ver en la televisión al viajero por los pueblos de España, de estar al tanto de sus intervenciones en el Congreso de los Diputados. Fueron muchos años de vida pública, en los escenarios, en las pantallas y como político, que hicieron de él un personaje tremendamente popular y querido, salvo las inevitables excepciones.

Labordeta, que murió en la madrugada de ayer a los 75 años en un hospital de la capital aragonesa, a consecuencia de un cáncer de próstata, fue un hombre de su tiempo y llevó una vida de terca oposición a lo que le había tocado vivir. Histórico antifranquista, fundador de revistas cono 'Andalán', ejerció de profesor liberal cuando se llevaba el tortazo y la vara, siguió cantando con poco más que su guitarra cuando el rock arrinconó a los cantautores y representó en solitario a un partido, Chunta Aragonesista, cuando uno de los políticos que le caían menos simpáticos, José María Aznar, tenía mayoría absoluta en el parlamento español.

Su propia complejidad se manifiesta en su voluble definición política. Representaba a un partido nacionalista y se consideraba internacionalista, se declaraba «anarcoburgués» y había militado y apoyado a formaciones socialistas y comunistas. Pero más allá de todas estas categorías, en su voz la palabra 'pueblo' sonaba creíble, sin artimañas, como si de verdad se preocupara por su significado, por la gente a la que defendía desde su escaño.

Hijo de un profesor de Latín, hermano del poeta Miguel Labordeta, él mismo autor de poesía y también de novelas, su labor cultural dentro y fuera de Aragón queda como una de sus herencias más valiosas. Depués de empezar Derecho en la Universidad de Zaragoza, pasó a Filosofía y Letras, facultad en la que se licenció en 1960. Los dos años siguientes estuvo en Aix-en-Provence (Francia) como profesor de Español y en 1964 se sacó las oposiciones para enseñar Historia en Secundaria.

De la clase al escenario

Su primer destino fue un instituto de Teruel, en el que dio clases a Manuel Pizarro, ex diputado y ex presidente de Endesa, y a Federico Jiménez Losantos, cuya estrecha amistad conservó siempre a pesar de su distancia política. Por sus aulas también pasó Joaquín Carbonell, hoy cantautor gracias a su influencia y que ayer recordaba cómo ganó la simpatía a su clase: diciéndoles que estaban todos aprobados y que, el que quisiera aprender, que aprendiese. «En su clase se contaba el menor número de faltas», desvelaba ayer el músico aragonés.

En 1970 obtuvo el traslado a un instituto de Zaragoza y comenzó una intensa actividad política y cultural, principalmente como cantautor. Era la época de Raimon y Paco Ibáñez, la de los conciertos semiclandestinos o semipermitidos que a veces terminaban con la intervención de la Policía.

Dentro de aquel panorama, muy sensible a las diferencias entre las nacionalidades de España, Labordeta representó a la tierra aragonesa e incluso cantó en aragonés. Publicó su primer disco de larga duración, 'Cantar y callar' en 1971, y continuó su carrera con 'Tiempo de espera' (1975), 'Cantes de tierra adentro' (1976) y 'Que no amanece por nada' (1978), hasta el último, titulado 'Con la voz a cuestas' (2001). Su labor como guionista y presentador de 'Un país en la mochila', el programa de Televisión Española que empezó a emitirse en 1995, le convirtió en un personaje popular, que ganó aún más visibilidad cuando en el año 2000 salió elegido como diputado al Congreso por Chunta Aragonesista.

Estuvo ocho años en las Cortes, dentro del Grupo Mixto. Se destacó por su oposición al trasvase del Ebro y a la guerra de Irak. Y presentó cientos de iniciativas y preguntas. Pero su intervención más recordada, por su repercusión televisiva y su permanencia en Internet, fue aquella de abril de 2006 en la que mandó literalmente «a la mierda» a la bancada del PP, entonces en el Gobierno, que solía burlarse de su condición de cantautor y de su catódica mochila.

Los diputados le llamaban 'El Abuelo' e hizo buenas migas con Carme Chacón, actual ministra de Defensa y cuyo abuelo fue un anarquista aragonés, con los de ERC, los de IU y las representantes vascas Begoña Lasagabaster y Uxue Barkos. Tímido y audaz a un tiempo, deja a su mujer, a sus tres hijas, a sus dos nietas, y muchos amigos.