Editorial

Urgencias educativas

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La sesión de control al Gobierno que inauguró ayer el nuevo ciclo parlamentario ofreció un desalentador toma y daca entre el presidente del Ejecutivo y el jefe de la oposición, análogo a los que salpicaron estérilmente el final del curso político pasado. El Partido Popular reprochó a Rodríguez Zapatero su parálisis frente a la crisis económica mientras se multiplica el número de parados y España ocupa en las previsiones macroeconómicas el furgón de cola de la recuperación. Pero el presidente del Gobierno no tuvo que realizar un gran esfuerzo para articular una réplica recriminando a Mariano Rajoy el magro balance de iniciativas, proyectos novedosos o medidas inéditas aportadas para combatir la recesión por quien se ofrece como alternativa para la Moncloa. En medio del enrocamiento de las dos grandes fuerzas políticas en sus conocidos discursos va remontando la cotización del papel del Partido Nacionalista Vasco designado socio preferente por un PSOE ofuscado en tejer un pacto que le permita sacar adelante los presupuestos de 2011 y aguantar un año más en el poder. La dependencia entre el partido del Gobierno y el PNV es tan intensa que Zapatero no parece estar en condiciones de anunciar las líneas generales de las Cuentas del Estado hasta no acordarlas con el grupo que le ofrece seis votos a precio de oro. La convocatoria de las elecciones catalanas para el día 28 de noviembre y los preparativos para la huelga general del próximo día 29 añaden elementos de fuerte carga política a un país que acuciado por los problemas de déficit, paro, empobrecimiento y desplome requiere, por el contrario, la conjunción de energías en lugar de su disgregación en mediocres intereses partidistas. El horizonte electoral que anuncia la celebración de las autonómicas en Cataluña, las municipales el año próximo y las generales en último término, están absorbiendo la actividad de los partidos como es evidente en la pelea de primarias que ya enfrenta a los socialistas en Madrid. Si no se rompe esta inercia la política puede acabar convirtiéndose en mero reclamo electoralista en lugar de ofrecer un impulso regeneracionista para achicar el terreno a la corrupción y un escenario favorable para que brote el modelo productivo que sustituya al agotado patrón económico incapaz de sacarnos del agujero de la crisis.

El propósito del ministro Gabilondo de trasladar al Plan de Acción Educativa 2010-2011 aspectos sustantivos de la propuesta de reforma que se frustró por desavenencias con el PP emplaza a las distintas comunidades autónomas a adoptar con prontitud medidas tendentes a incrementar el rendimiento escolar y a adecuar los distintos ciclos formativos a las exigencias del mercado de trabajo. Tanto las indicaciones de la OCDE, destacando las carencias que presentan nuestras titulaciones de grado medio, como las conclusiones a las que han ido llegando la comunidad educativa están suficientemente claros desde hace tiempo: reforzar y adecuar la oferta de Formación Profesional, convertir el último curso de la enseñanza obligatoria en la antesala del Bachiller o de la FP, conseguir que el alumnado acabe manejándose con soltura en inglés, reducir el fracaso escolar y brindar oportunidades específicas a quienes rindan más. En los últimos años la educación en España ha remontado una diferencia de décadas respecto a nuestro entorno. Pero la impasibilidad de la política y los litigios ideológicos en materia educativa corren el riesgo de agrandar una brecha que compromete nuestro desarrollo.