2005. Más de 250.000 personas se congregaron en las playas, un auténtico 'boom'. :: LA VOZ
CÁDIZ

El declive de un fenómeno de récord

Las barbacoas comienzan a desinflarse y deja atrás su época dorada de principios de esta década

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De las sardinas y los pinchitos ha pasado al bocadillo. De las brasas al whisky. De Cortadura a La Victoria. De las familias a los amigos. Del amanecer al desalojo inminente. Del adiós al verano a la bienvenida al mes de agosto. De récord Guinness a patata caliente. El fenómeno de las barbacoas del Trofeo Carranza se desinfla año tras año tras casi dos décadas como referente del verano de la capital. Lo que comenzó como una fiesta espontánea se ha atiborrado de conservantes que ahora comienzan a tener fecha de caducidad.

Los orígenes se remontan a los años 60, pero no fue hasta principios de la década de los 90 cuando la celebración comenzó a tener un lugar destacado en el calendario. Entonces sólo eran las familias gaditanas las que se organizaban para acudir a este evento, sin la masificación ni los controles de hoy en día. Sin embargo, esta naturalidad se ha ido transformando en un fenómeno artificial y planificado. La falta de civismo, principalmente, y los daños medioambientales que causan sobre las playas han convertido las barbacoas en un problema más que en un motivo de diversión.

Su época dorada se centra entre los años 1998 y 2003, cuando el propio Ayuntamiento puso incluso sus propios medios para entrar en el libro Guinness de los Récords por el número de barbacoas concentradas en una playa. A partir de aquí, el evento se desmadra, registrándose una afluencia de hasta 250.000 personas, casi el doble de la población de la capital. Esta masificación fue precisamente lo que despertó la atención de la Demarcación de Costas, que comienza a cuestionar el rumbo que ha tomado el asunto.

En 2001, doce meses después de que se intentase batir el reto mundial, la playa se llena de enseres como sofás, carros de supermercado y muebles que son utilizados por los asistentes, dejándolos después abandonados sobre el litoral. El carbón, las barbacoas e incluso toneladas de productos alimenticios sin abrir son algunas de las incautaciones que realizan los operarios del servicio de la limpieza a primera hora de la mañana tras el desalojo de la zona. Más de 120 toneladas de residuos se recogieron durante horas, lo que impidió tener lista la playa para los primeros bañistas del día.

Fue el principio del fin de una especial noche de verano. A partir de aquí, comienzan las restricciones de las autoridades, que han ido multiplicándose a base de medidas y normas. Un año después de esta mala imagen de la capital, el Ayuntamiento puso en marcha un plan especial para concienciar a la población sobre el cuidado de la zona y advierte que las acciones incívicas serán multadas. A 900 euros de sanción tendrían que hacer frente aquellas personas que llevasen muebles o destrozasen el mobiliario urbano durante la velada.

La polémica y las firmas

Sin embargo, no es hasta 2006 cuando el fenómeno tomó el camino definitivo de la dispersión. Las advertencias de Costas comienzan a tener respuesta del Ayuntamiento, sobre todo, después de que la Administración estatal probase a través del análisis de la arena de la playa que las barbacoas tenían efectos contaminantes. Esta polémica también ocasiona un importante descenso de la afluencia, pasándose de las 250.000 almas en 2005 a algo menos de 175.000 en 2006. Las administraciones hicieron un pacto encubierto para reducir el impacto, que se traduce en un oportuno cambio de fecha, pasándose al jueves, un día entre semana, limitando la asistencia de los que tenían que trabajar al día siguiente. La medida tuvo el efecto esperado y la concentración se redujo a la mitad, en concreto, a 80.000 personas, muy lejos de aquel récord de 250.000. Esta edición fue también atípica ya que por primera vez una ciudadana, llamada Regla Valiente, se posicionó en contra del evento, atreviéndose a recoger firmas entre los gaditanos.

Los últimos tres años se han orientado en esta dirección, dejando ver imágenes inimaginables el día de la celebración, con espacios incluso entre unas y otras barbacoas. 100.000 personas acudieron en 2008, que coincidió nuevamente en sábado, para volver a bajar en picado esta última edición con 75.000 asistentes.

No sólo en número de público ha bajado el evento en los últimos años, sino también en metros disponibles para realizar el fuego, limitado ya a un kilómetro y medio, así como en las horas de duración, que ya no puede exceder las seis de la madrugada.

Es el antes y el ahora de una noche de verano que le dio fama a la ciudad y que ahora podría estar preparando su despedida.