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El ocio en tiempos de crisis

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De momento no ha pasado como en aquel viernes negro, cuando los honrados y no tan honrados corredores de bolsa pagaron sus despistes lanzándose a tierra desde los rascacielos. Antes, claro, de que al final quienes pagaran el pato fueran los de siempre y mucho antes, todavía, de que la gran crisis del 29 se resolviera como sabemos todos que se resolvió, o sea, a lo bestia.

'Hermano, ¿me das diez centavos?', se cantaba entonces, igual que ahora 'Algo pequeñito', en alusión al sueldo. Y a mí me llama la curiosidad, no si saldremos de la crisis, que creo que si lo hacemos será dejando la inocencia en el camino, como Frodo en el Monte del Destino, sino cómo nos entretendremos para aliviar la crisis.

Porque, verán, allá en los años treinta la cultura popular del mundo fue un caldo de cultivo de la mitología pop que dura todavía: los años de la radio, de las hazañas de los pilotos que cruzaban el Atlántico, de la edad dorada del gran Hollywood, de Hemingway y Steinbeck y las páginas dominicales de Tarzán, la música de Satchmo y Benny Goodman. O sea, jazz, celuloide, libros y héroes aventureros. La evasión, la diversión para las masas que no podían permitirse un coche como nosotros (veremos dentro de unos años) y que quizá no nadaban en la abundancia, pero hacían cola para ver por unos centavos a los Hermanos Marx o a Gary Cooper. Porque la evasión entonces era barata, y unificaba tanto la comedia como el drama. Ahí está, para recordar ese tiempo, esa joya del cine que es 'Los viajes de Sullivan'.

Hoy nos cobran por la TDT, por el canal de pago, por alquilar el vídeo, por Internet (ahora la SGAE quiere su parte por nuestra conexión, los muy cabritos), el cine cuesta una pasta gansa y no digamos los libros. Y encima nos rebelamos contra el 'Sálvame' y la pasta gansa que gana la señora Esteban. Nos queda el fútbol. pero pensamos en la prima que se llevarán los de la roja si ganan el mundial y oiga, a ver si alguien les hace una llamada al patriotismo de verdad, el económico.