Sociedad

El legado de Alberti se ensucia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Acabarán borrando a Alberti del mapa», dice Benjamín Prado. «No se pueden poner tantos intereses, tanto dinero, encima de un material tran frágil como la poesía. No es el camino.

Un modelo de Fundación seria y trabajadora es, por ejemplo, la Caballero Bonald. La obra de Alberti no cayó en buenas manos. Es un escritor que, aunque nos pese, está en proceso de desaparición».

Prado no elude las preguntas comprometidas. Ya dijo todo lo que tenía que decir sobre la Fundación Alberti en ‘A la sombra del ángel’, el libro en el que recoge sus experiencias junto al poeta portuense. «Lo conocí en COU, cuando yo aún no sabía si quería ser como Borges o como Bob Dylan», recuerda. «En toda mi vida nunca nadie me ha tratado la mitad de bien de lo que me trató él. Por eso me duele tanto todo esto».

Desde que Alberti murió, en octubre del 99, su nombre ha copado periódicamente los titulares, pero casi nunca para bien. La polémica persigue la gestión de su legado. Al embrollo de su herencia, por la que continúan en liza su viuda María Asunción Mateo y su hija, Aitana Alberti, hay que sumar una larga relación de derechos denegados, conflictos editoriales, proyectos abortados, acusaciones de manipulación y hasta una denuncia por supuestas irregularidades que el secretario de la entidad, Manuel Martínez Cordero, comunicó por escrito al alcalde de El Puerto, Enrique Moresco, a finales del mes pasado.

María Asunción Mateo tiene, al menos, tres frentes abiertos. El primero se refiere a la presencia discreta y menguante de la obra de Alberti en el panorama cultural español. Editores, estudiosos de la vida del poeta, amigos e incluso familiares culpan directamente a Mateo de regatear los permisos y exigir cantidades abusivas a cualquiera que pretenda utilizar su figura, aunque sea con la intención de difundirla. Quizá uno de los casos más sonados fue la imposibilidad de Espasa de reeditar en su momento la clásica ‘Antología poética’ de la Colección Austral, ya que El Alba del Alhelí, la sociedad mercantil que gestiona los derechos de autor y que controla Mateo, no concedió las licencias oportunas. Gonzalo Sebastián León, hijo de María Teresa León, tampoco pudo publicar en Edaf su crónica de los primeros años de la familia Alberti en Argentina. El libro incluía cartas originales, y cualquier reproducción tiene que recibir el visto bueno de El Alba.

El documental de Javier Rioyo ‘Alberti para caminantes’ y el corto ‘El poeta en la calle’, de Rosa Vergés, también sufrieron el encontronazo con la sociedad. El primero, a decir del director, porque María Asunción Mateo le pidió que prescindiera de algunos de los testimonios. El segundo, porque la negociación con la empresa no llegó a buen puerto.

Mención aparte merece la iniciativa frustrada de Kiko Veneno de versionar algunos de los poemas del autor y cantarlos en directo en un festival en el que, de entrada, iban a participar Serrat, Ana Belén, Vicente Amigo, Miguel Bosé, Niña Pastori, Mercé, Morente, Sexy Sadie y Joaquín Sabina. Lo que pretendía ser, en palabras del promotor del concierto, «un homenaje popular», cuya recaudación íntegra se dedicaría a la Fundación, acabó en un callejón sin salida porque El Alba del Alhelí pedía «medio millón por cada poema utilizado».

El segundo frente se ciñe al funcionamiento mismo de la Fundación. Desde que se constituyó, la entidad no ha sido, precisamente, una balsa de aceite. Aitana Alberti, la hija del poeta, sostiene que en 1990, Diputación le ofreció dirigir la entidad, todavía bajo una fórmula jurídica distinta a la de hoy en día, pero apenas un mes después de recibir el visto bueno de su padre, siempre según su versión, María Asunción Mateo fue designada máxima responsable por el propio autor.

Abandonos de la Fundación

García Montero decidió abandonar la institución en 1994. Sus palabras de despedida, recogidas por la prensa, fueron demoledoras: «María Asunción Mateo ha caído sobre la obra, la familia y los amigos de Alberti con un totalitarismo avaricioso, desquiciado y compulsivo». El escritor granadino advirtió entonces que hacía algún tiempo que Alberti no tenía el control de sus actos. En 1993, contó, el portuense se emocionó en Segovia (durante un acto en el que participaba como presidente del jurado del Premio Gil de Biedma) porque se hablara el castellano «a tantos kilómetros de España». «Creía que estaba en Hispanoamérica».

La mala relación con Mateo hizo que Caballero Bonald, Benjamín Prado, Luis Muñoz y otros intelectuales cercanos se distanciaran de la Fundación de manera irrevocable.

En cualquier caso, salvo iniciativas muy puntuales, la actividad de la Fundación ha ido cayendo en picado prácticamente desde la muerte del poeta. Basta con echar un vistazo a la memoria que la propia entidad pone a disposición de los medios en su web, y que se cierra en 2008. María Asunción Mateo anunció, incluso, que no habría más congresos anuales, y los últimos programas de actos por la celebración del nacimiento del poeta o por la conmemoración de su muerte han sido, cuando menos, pobres. La presentación de una nueva firma editorial ha sido la única propuesta reciente de cierto calado, aunque las tiradas son mínimas.

El último frente es el de la propia herencia. María Asunción Mateo siempre ha rehuido hacer comentario alguno al respecto, aduciendo que son asuntos íntimos. Sin embargo, el hecho de que el poeta rehiciera diez veces su testamento entre 1991 y 1996, cuando, según García Montero, «ya no reconocía a nadie», ha sido objeto de duras críticas por parte de su hija Aitana, principal perjudicada en el reparto.

Al cumplirse los diez años sin acuerdo entre María Asunción Mateo y Aitana, se agotó el plazo estipulado para el reparto de los bienes. El documento establecía la figura del contador-partidor, un cargo que debía llevar a cabo las últimas voluntades del fallecido. Pasada la década, el asunto, sin acuerdo aparente entre las partes, sólo puede acabar en los tribunales.