El matrimonio Ramos Díaz con sus hijos Ramón, Pura, Julio y Joaquín, su nieto, Julio Montesinos Ramos y su sobrina, Magdalena Delgado.
EL PERFIL

JULIO RAMOS HERMOSO

Militar vocacional y represaliado, pionero del Derecho en la provincia, sufrió durante toda su vida el estigma de 'rojo' por seguir sus profundas convicciones sociales y religiosas

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La suya es una historia de convicciones. Una lucha contra los prejuicios sociales que ponían etiquetas imborrables, incluso mortales, a cualquiera que hubiera estado en uno u otro bando. Julio Ramos Hermoso nació en Sanlúcar de Barrameda el 19 de febrero de 1898. Procedente de una familia modesta, cursó sus estudios gratuitamente en las Escuelas Pías de los Padres Escolapios, que le dieron todo su apoyo para que pudiera terminar el Bachillerato, algo, que nunca olvidaría.

Su humilde condición le llevó a ingresar como marinero voluntario en la Brigada de Torpedos y, en 1910, entró mediante oposiciones en oficinas militares de la Armada. Fue entonces cuando comenzó a jugar el destino. En la fragata 'Numancia', como escribiente, coincidió con un joven José Enrique Varela, entonces sargento del navío. Sería el principio de una larga amistad que, a la postre, marcó su vida.

En 1913 mereció el ingreso en la Academia de Artillería de Segovia, donde terminó como número uno en 1918. Pero, sus inquietudes fueron más allá del terreno militar. Cuando estaba destinado en el batallón de montaña, comenzó los estudios de Filosofía y Letras, una carrera que finalmente tuvo que abandonar debido a su puesto en la Comandancia de Artillería de Larache.

Su participación en la Guerra de África le volvió a poner al lado de Varela, con quien retomó una amistad que tuvo otra escala en San Fernando cuando ambos fueron alumnos en la Academia de Olivares.

A su regreso de África, en 1921, ya en Sanlúcar, contrajo matrimonio con Purificación Díaz Rodríguez, hija del alcalde liberal de dicha localidad. Fue entonces cuando por sus servicios en varias operaciones de guerra, se le concedió una Cruz Roja del Mérito Militar y la Medalla Militar de Marruecos.

En 1922, fue trasladado al Regimiento de Artillería Pesada en El Puerto de Santa María. Allí coincidió con los entonces soldados José León de Carranza, Luis Caballero Noguera y Luis Ciria Vergara.

Su ascenso en la carrera militar nunca frenó sus empeños intelectuales. Así, en 1926 comenzó por libre los estudios de Derecho que acabó brillantemente. En dos años. Ya dado de alta en el Colegio de Abogados de Cádiz -como más tarde en los de Jerez, Sevilla y Madrid- comenzó el ejercicio de la carrera en el bufete de Luis Beltrami Urquiza, donde logró un buen despacho. En aquella época ocupó el cargo de juez especial para instruir la causa sobre la histórica masacre de Casas Vieja, en 1933.

Poco después, su vida dio un giro definitivo. De nuevo, sus fuertes convicciones le privaron de la libertad cuando a comienzos de la sublevación del 18 de julio de 1936, se negó a participar en el entonces llamado alzamiento nacional.

Fue detenido ese mismo día, el del golpe de estado. Rechazó multitud de invitaciones posteriores a formar parte del esquema que formaban por toda España los militares rebeldes. Se negó una y otra vez. Finalmente, fue juzgado y condenado, el 14 de marzo de 1938, tras Consejo de Guerra celebrado en el Cuartel del Ave María, en Sevilla.

Año y medio después, en septiembre de 1939, llega un indulto. La condena se evapora, pero el estigma le seguirá siempre. Usó el tiempo de prisión en el Castillo de Santa Catalina, donde su familia le visitaba cada jueves y domingo. Durante su cautiverio profundizó en sus estudios de derecho e inglés con otros presos militares. También reforzó su conocimiento de la religión católica. Desde su celda, escribió y recopiló todas las oraciones que usaba en un devocionario dedicado a su mujer.

Perdida su carrera militar por la condena, tuvo que pasar la humillación de someterse a otro tribunal de honor para que se le permitiera el regreso a la abogacía. Contó con el apoyo de antiguos compañeros de artillería como Fernando García Veas, Eduardo Aranda Asquerino, Joaquín Cantero y Fernando Cebada. También ellos le dieron sus primeros trabajos, al confiarle la defensa de sus propios intereses e incluso, los del antiguo Casino Militar. Pronto le llegaron casos muy muy importantes como una suspensión de pagos que se trasmitaba ante el Banco de España. Entre sus rehecha clientela llegó a contar con el obispo, que ignoró la condición legal de 'rojo' que pesaba sobre Julio Ramos. Le encomendó asuntos de gran trascencendencia para que los llevara-según le dijo- con el que defendió en su día a los Escolapios.

Julio Ramos falleció el 15 de marzo de 1963. Los principios de honradez y lealtad le acompañaron durante su vida. Compartió vida y trabajo entre dos carreras: la militar y la de letrado.

Todos sus hijos -Julio, Joaquín, Ramón y Pura- se licenciaron en Derecho. Su hija fue la primera mujer que, en 1954, juraría como abogada en la Audiencia Provincial. Sus tres nietos Julio, Pura y Ángel Montesinos Ramos también se licenciaron en Derecho. El primero ingresó en el cuerpo diplomático.