COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

TODO ES DE COLOR

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Si segundas partes nunca fueron buenas, ni le cuento de las terceras. Acuérdese de la trilogía de Larsson y de cómo llegó usted solito a la conclusión de que el último libro era totalmente prescindible. Pasa hasta con las mejores obras, que sus secuelas van dejando tantos cadáveres por el camino que, al final, no se salva ni el apuntador. Por algo son pocos los que se atreven con una cuarta parte -salvo el caso de Harry Potter y los vampiros que alargaron lo suficiente como para confundirse unos con otros-. En fin, que el sabor se va perdiendo conforme uno intenta estirar el chicle. Miren, si no, esa cosa que se llama Cádiz de Color, que empezó con un motivo bicentenario -era por lo de Mutis- y ahora dicen que intenta poner en valor el patrimonio arquitectónico y concienciar a los ciudadanos en el respeto de las zonas verdes. Sí. Las terceras partes suelen ser para echarlas. Y de esta premisa no se salva lo de las flores. Ni el cambio de fechas -mal asunto cuando las cosas se mueven en el calendario- ni la multiplicación de los espacios -algunos para pasar de largo- justifican el despropósito jurásico -no sé si los dinosaurios entran en la categoría de patrimonio arquitectónico o medioambiental-, o la cascada de bolsas de basura. Esto está pidiendo a gritos que pongamos las barbas a remojar. Total, que por si alguno todavía no sabía que hacía la vaca de las Puertas de Tierra en mitad de la calle Ancha, solo tenía que llegarse al Palillero y leer cómo se llamaba el puesto de macetas de allí, «Ambigüedad floral». Así nos va.