Arturo Saldívar lancea con la muleta al primero de la tarde. :: J.L. PINO
Sociedad

Desesperante y de desesperanza

Sólo Saldívar consiguió arrancar algunos aplausos en el segundo de su lote, en un festejo con más genio que bravura El ganado apenas permitió el lucimiento a los tres novilleros actuantes

MADRID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Apenas dio opciones la novillada, que aún moviéndose, sacó casta de la mala, más genio que bravura. Poca clase en las embestidas, o directamente extrema sosería.

El tercero fue la excepción, y también habría que introducir matices acerca de su comportamiento. Le tocó a Escribano, que tras pasar desapercibido con el capote, y después de brindar a la concurrencia, se fue a los medios para ligar tres pases cambiados por detrás de mucho mérito, por la quietud y el ajuste, por la figura sandunguera que compuso. Y enseguida, a torear. Por la derecha. El novillo iba largo, sin embargo, pasado de revoluciones y rematando los muletazos con la carita arriba.

Se puso Escribano frente a tanta rapidez con la mejor disposición, pero sin terminar de templarse. Apuntó buenas maneras, sin embargo, mal colocado, lo que se dice en la jerga «fueracacho», que es como pretender desafiar al tren sin pisar ninguna de las dos vías.

El mexicano Saldívar cuando menos tuvo disposición. Sus dos trasteos presididos por la quietud. No fue fácil encontrarle la altura al flojo primero, que por abajo iba al suelo y por arriba protestaba mucho, «acostándose» (en el argot, ciñiéndose de más) también por el izquierdo, para terminar cortito, apagándose poco a poco.

El cuarto fue un novillo bruto, descompuesto. Y aquí estuvo Saldívar también desangelado.

Casares quiso mucho, pero le faltó un planteamiento ordenado. Muy chico y soso su primero, sin decir nada ni novillo ni novillero, al final optó éste por un proyecto de «arrimón» que tampoco le salió. El quinto embestía a empellones, unas veces quedándose debajo, otras llevando la cara por las nubes. Y Casares, amontonado de ideas. No dio de si el festejo. No podía dar.