Opinion

Cumbre discreta

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La cumbre UE-América Latina y Caribe, ya en la recta final de la presidencia española, ha sido formalmente correcta y ha conseguido indiscutibles logros: los acuerdos comerciales con Perú y Colombia y, sobre todo, la reanudación de las negociaciones para un acuerdo similar con Mercosur, que será de gran envergadura y que Lula quiere concluir antes del final de su mandato en enero. Además, se han cruzado valiosos diálogos y se han fortalecido lazos, plasmados en numerosos acuerdos concretos. Pero una vez más, este encuentro ha dejado un cierto sabor a ocasión perdida. La crisis económica, mejor sobrellevada por Latinoamérica que por Europa, ha planeado irremisiblemente sobre la reunión, en la que se han detectado tanto la debilidad institucional de la UE como la heterogeneidad de América, donde compiten diversos liderazgos y los anacronismos rivalizan con reconocibles muestras de modernidad. Y España, verdadero puente entre los dos grandes ámbitos, ensombrecida y atribulada por la recesión y sus secuelas, no ha podido hacer valer su potencial influencia para conseguir un salto cualitativo en esta deseable y productiva relación trasatlántica, que en muchos aspectos sigue embarrancada en la retórica habitual.