Artículos

MOTOS EN JEREZ

«Obra de un político terco, es un circuito del que los andaluces debemos sentirnos orgullosos»

PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE CÁDIZ Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Han pasado veintitantos años y cinco motos, la primera una vespa, la última una K 100 RS 16 V blanca, una maravilla y hoy cuando, un año más, me dirigía al circuito de Jerez, ahora en un monovolumen de medio pelo, iba exultante. Embutido en mi barbour negro de mototécnica y escuchando América en el radiocassete del coche, me he sentido inmensamente feliz. Ya sé que resulta ridículo pero que quieren que les diga, no se puede explicar lo que se siente en las motos en Jerez, es como la ópera, o se llora de emoción o te deja indiferente. Yo siempre he llorado, reído o gritado pero nunca me han dejado indiferente.

Mi memoria visual siempre vuelve a Jerez, allí he visto lo que en ningún otro sitio: gente en pelota picada celebrando una victoria, aficionados invadiendo la pista antes de finalizar la carrera, barbacoas en las tribunas provistas de plancha industrial y grupo electrógeno organizada por la peña motera de Don Benito o a lo mejor era de Manzanares o puede que fuera de Alzira y por supuesto abierta a todo el que se acercara por allí, inmensas tracas de artificio de una punta a otra de la tribuna, rematadas con pedazo de petardo colocado en el mismísimo de una muñeca hinchable con la que se fotografiaba media tribuna con tatuajes de los de antes. Gente que se echaba a dormir la borrachera a las cinco cuando abrían el circuito y se despertaba cuando habían terminado las carreras, bebían una cerveza para entonarse y 700 kilómetros hasta Valencia. Jerez es también un tío lanzándole cohetes a un helicóptero que vuela demasiado bajo y toda la tribuna gritando ¡uy! Jerez es Mamola, Spencer, Cardús y tantos inolvidables.

A Jerez siempre viene la España auténtica, la del whisky DYC, el que te pone ciego, pero ni te tumba, ni te hace vomitar. Antes, gente de generosas barrigas cerveceras exhibidas sin apuro y sonrientes dentaduras de oro y caries, ellos, y rotundas tetas, de las que amamantan un país, ellas. Hoy ellos son unos pechito lobo depilados, teñidos y tatuados con signos absurdos y ellas unas barbies de talla grande con tetitas de corporación dermoestetica que da grima mirarlas. Hoy la gente ya no come bocadillos de filete empanado en pan de miga dura, ahora los más clásicos llevan el filetito troceado en una tartera y lo acompañan con picos. Tampoco ya se ven botas con vino de pitarra de las que bebía toda la tribuna, pero el buen rollo sigue exactamente igual, hoy he visto las carreras junto a dos gallegos y a uno de Móstoles. Nunca nos volveremos a ver pero hemos quedado para el año que viene.

Mucho han cambiado las cosas, ahora se tardan 45 minutos desde la Avenida hasta el corazón de uno de los aparcamientos y se vuelve en una hora. Jerez es un circuito del que todos los andaluces debemos sentirnos orgullosos. Es la obra de un político terco que se empeñaba en soñar cosas imposibles. Gracias loco.

Pilotar es como la vida misma, para que te vaya bien hay que tener una buena moto, una mejor cabeza y sobre todo un par de güevos, porque hay un momento de la carrera en que estar delante es sólo cuestión de güevos, los que ha tenido Lorenzo y los que les han faltado a algunos a los que les sobran patrocinadores.