Editorial

Zapatero paralizado

El presidente debe asumir las decisiones drásticas que reclama un cambio de rumbo

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El conocido optimismo visceral, y para algunos patológico, del presidente del Gobierno, dispuesto siempre a encontrar síntomas alentadores en una economía postrada que se encuentra en una situación cada vez más delicada, está mermando los restos de su ya disminuida credibilidad. Los datos de la EPA, con más de 4,6 millones de parados; la rebaja del rating de la deuda española por Standard & Poors y las limitadísimas expectativas de crecimiento en los próximos años anunciadas por el FMI describen un paisaje desolado que Rodríguez Zapatero no parece dispuesto a asumir, a pesar de que voces muy autorizadas, incluso de su propio partido, le reclaman decisiones drásticas, inevitablemente dolorosas, para provocar un cambio de rumbo. Si, como anuncian los organismos internacionales, el crecimiento económico español sólo llegará al 2% en 2016, será trágicamente inevitable que se siga generando desempleo hasta entonces, por lo que no es verosímil la afirmación de que hemos llegado a un límite que no vamos a rebasar, aunque ocasionalmente descienda el paro registrado en los meses de mayor actividad. Y frente a esta negra realidad, las terapias adolecen de falta de consistencia. La última de ellas, un simbólico recorte del aparato administrativo que permitirá ahorrar 16 millones de euros -de los 50.000 que hemos recortar en tres años para lograr la convergencia-, describe perfectamente con su inanidad la falta de contundencia de la respuesta gubernamental a la crisis.La negra situación económica exige que se vuelquen sobre ella todos los esfuerzos. Pero, para mayor desventura, Rodríguez Zapatero ha de enfrentarse ahora a la crisis institucional suscitada por la irritación catalana ante la expectativa de una sentencia del TC que recortará los aspectos más chirriantes del Estatut. Este conflicto, unido al griterío provocado por el 'caso Garzón', consume evidentemente unas energías que deberían ser volcadas en otros menesteres.La irritación de la opinión pública ante la crisis crece, y todas las fuerzas políticas y agentes sociales deberían exigir con más rigor el liderazgo de un presidente del Gobierno que ha perdido perspectiva y que no parece ser plenamente consciente de la profundidad de la sima en que estamos cayendo.