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Subsidio de oro

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Conscientemente o no, con mayor o menor deliberación, con una intencionalidad más o menos clara, desde los propios partidos políticos se practica la autodestrucción de los partidos políticos mismos, se pervierte su razón de ser, se deslegitiman como sistema de organización política, y, lo que es peor, se escamotea su irrenunciable dimensión transformadora política y social. El mayor riesgo de desestructuración que acecha a los partidos políticos no proviene hoy de factores externos -por ejemplo, la tan cacareada desafección política de la ciudadanía- sino del interior de los mismos: de sus hábitos de funcionamiento, de sus dirigentes, de sus prácticas, de la imagen que de ellos mismos ofrecen a la sociedad.

Sin embargo, a nadie se le oculta la importancia que para el sistema democrático en su conjunto tiene la salud de los partidos políticos. Tan es así que nuestra Constitución, al inaugurar un espacio político democrático, exhorta a los partidos a dotarse de estructuras, prácticas y objetivos democráticos. En consecuencia, estamos legítima y legalmente autorizados a pensar que las causas de determinadas insuficiencias del sistema democrático habría que buscarlas en las insuficiencias de los partidos políticos. No es concebible un sistema democrático saneado con un sistema de partidos políticos podrido.

Por concretar: cuando un partido paga, sin que pase nada, cinco mil euros mensuales (subsidio de oro) a uno de los suyos (Jaume Matas) que se ve obligado a abandonar el cargo por. ejem, ejem; o cuando corre con los gastos, sin que tampoco pase nada, de la defensa de otro (Luís Bárcenas) al que delata su hocico manchado de migajas de caca, es que nos encontramos ante un grave problema que afecta a la línea de flotación de la democracia. Este es el «pita-pita-pita» de lujo que defiende el PP, y no el pobretón sistema de subsidios andaluz.

Terminaremos dando la razón al neomarxista C. B. Macpherson cuando dice que «la principal función que ha desempeñado de hecho el sistema de partidos en las democracias occidentales desde el comienzo del sufragio democrático ha sido suavizar las aristas de los conflictos de clase temidos o probables, es decir, aquietar el conflicto de intereses de clase con objeto de proteger la propiedad y el sistema de mercado».

¿No podrían hacer algo los partidos para desmentir esta sospecha que se extiende como una mancha de. mierda?