Pablo Hermoso de Mendoza durante la faena a su primer astado. :: EFE
Sociedad

Ventura, arrollador, sale por la Puerta del Príncipe tras una corrida de Bohórquez

Recibió cuatro orejas, premio generoso para el rejoneador de la Puebla, en una tarde desafortunada para Hermoso

SEVILLA. Actualizado: Guardar
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Las hechuras de la corrida de Bohórquez fueron admirables. Igual de admirable el estilo del tercero, que fue con diferencia el toro de la corrida. Lo fue por todo: la fijeza, la manera de galopar y descolgar, la prontitud. No es común en el toreo a caballo ver humillar tanto a un toro como lo hizo este Tonelero que, sólo muy a última hora, echó el borroncito de buscar las tablas.

El cuarto, encelado a porta gayola por Fermín Bohórquez, tuvo una salida espectacular a cañón. No se empleó en la corta distancia, pero sí con terreno por delante. En señal de bravura.

Muy notorias las mutaciones del toro en función de las distancias. Dos cuarteos de Bohórquez atacando muy de largo y con clavada al estribo arriba fueron el momento de máximo nivel de la corrida entera. Los cites, de largo, en corvetas fantásticas provocaron al toro y a la gente.

Pero no estaba la Maestranza llena por ver los seis toros de Bohórquez ni al propio Bohórquez banderilleando sobre un caballo Bohemio de infinitas crines castañas, elástica silueta y porte grandioso. Sino por medir en vivo la rivalidad no nueva pero latente entre Pablo Hermoso y Diego Ventura. Que se midieron, por cierto, en circunstancias bastante distintas.

Capotazos de los auxiliadores

Para Ventura fue el toro de la corrida, el soberbio tercero. Para Hermoso, el más complicado, un quinto que se fue a tablas acobardado tras un mero rejón de castigo. Ventura pudo lucirse y exhibir su revolucionada fantasía salpicada de brindis al sol y sombrerazos; Hermoso tuvo que lidiar un toro rajadito, y ésa fue tarea de gran mérito, porque resultó muy difícil sujetarlo fuera de las rayas con un caballo, y jugar con el caballo en las manos como si fuera una muleta que tapaba la cara al toro para evitar que se fuera.

Ventura encendió los ánimos en banderillas con un tordo Morante que pega a los toros mordiscos en las orejas, el cuello o el morrillo. Antes de la baza de los mordiscos, tan heterodoxa, y tan vejatoria para el toro, Ventura había hecho a gusto los deberes: fijar al toro de salida y pararle los pies, dejarlo llegar en banderillas con reuniones ajustadas, precisas y limpias. La lidia de ese toro abusó de los capotazos de los auxiliadores. El tramo posterior a los mordiscos, con clavada de cortas en carrusel y desplantes sobre el testuz, fue un exceso. Un pinchazo y una estocada trasera fulminante y con vómito.

Hermoso tuvo una tarde desafortunada con el rejón de muerte. Al toro rajado que tan bien toreó le pegó cinco pinchazos y una estocada defectuosa. Al primero de lote lo tumbó al sexto intento. Por dos veces escupió la espada el toro, que se aplomó y esperó. Las banderillas de Pablo con Caviar en ataques en corto y de frente, fueron toreo del bueno. Como las reuniones a pitón contrario sobre Silveti una vez que el quinto se pudo fijar fuera de las rayas.

Al sexto lo hizo rodar Ventura de una estocada casi idéntica a la de su primer turno. A ese último toro le pegaron entre dos banderilleros no menos de dos docenas de capotazos. Los públicos de rejones suelen castigar a los auxiliadores en todas las plazas. No aquí. Demasiado castigado por el capote, el sexto esperó en banderillas. Con el toro a la espera hizo Ventura las cosas de más riesgo: atacar en terreno del toro, envolverse con él en un carrusel de desplantes descolgados. Fue más certero clavando Hermoso que Ventura. Pero Pablo estaba en tarde fría y Ventura, como casi siempre, en brasa viva. El toro que abrió el fuego no tuvo fuerza ni fuelle y salió llorón. Fermín abrevió.