ORSAY

EL SOBERANO

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Hasta hace unos años, hablar en términos futbolísticos en Jerez del Soberano era hacerlo de un modesto club que, al amparo de González-Byass, jugaba los domingos al mediodía en el campo de albero de Don Bosco encuadrado en la humilde Regional Preferente. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, referirse futbolísticamente al Soberano en esta ciudad es hacerlo del titular de una joven cofradía que se ha ganado a pulso un lugar sagrado en el corazón de los vecinos del Parque Atlántico primero, y de La Granja y medio Jerez después.

Del buen hacer de los Iván Cote, David Jiménez y compañía no podría hablarles en estas pocas líneas, pero he de dejar constancia de sus sueños cofrades y sus desvelos desde que ambos, junto a otros tantos, vestían pantalón corto. A lo que iba. Cuentan que gracias a la mediación de Jesús del Soberano Poder ha sido posible que el Xerez se salvase primero del descenso a Segunda B y ascendiera un año después a Primera División.

Bien es cierto que la fe mueve montañas y que ambas gestas bien podrían recibir el calificativo de milagrosas. Pero uno, que intenta ser lo mejor católico que puede y que sabe, duda mucho de que Dios, el infinitamente justo y misericordioso, se detenga en supersterías de este tipo, entre otras cosas porque también habrá en los clubes contrarios aficionados que recen para que a sus equipos les vaya lo mejor posible.

De lo que escribo podrá opinar Sixto de la Calle, cuya sólida fe a estas alturas de la vida queda tan fuera de toda duda como su xerecismo. El único fundador del club vivo ha sido el último invitado a la levantá a la que antes asistió Esteban Vigo. Bien sabe el bueno de don Sixto que Dios premia el esfuerzo y el trabajo bien hecho, y que, si es de justicia, el Xerez logrará de nuevo su objetivo terrenal sin recurrir a los favores divinos. De modo que menos superstición y manos a la obra.