Opinion

Asesores 'empotrados'

No hay sociedad pública o privada que no dedique a comunicación gran parte de sus recursos

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Antes el político nombraba a sus asesores entre los especialistas del sector que tenía a su cargo. El consejero de Urbanismo se hacía acompañar de buenos arquitectos y el de Sanidad buscaba el apoyo de médicos y economistas. Luego la cosa fue cambiando y con el tiempo la palabra 'asesor' empezó a identificarse casi exclusivamente con los 'asesores de imagen' encargados de ofrecer el perfil amable del candidato en las campañas electorales y, ya puestos, de seguir haciéndolo durante toda la legislatura. Podría decirse que el fontanero cedió su puesto al peluquero. Pero ahora que el poder ya ha aprendido a maquillarse él solo, las asesorías han entrado en una tercera fase de su evolución. Hoy las ocupan los comunicadores.

Ya no hay empresa o sociedad pública o privada, por pequeña que sea, que no dedique a la comunicación buena parte de sus recursos, incluidos los humanos. Los jefes de prensa y los gabinetes de información están por todas partes. Y lo peor no es eso. Es que producen. Emiten noticias, mandan citaciones, conciertan entrevistas, elaboran dosieres y mandan correos electrónicos sin descanso. La presencia avasalladora de periodistas en el corazón del poder tal vez contribuya a facilitar la relación entre éste y el ciudadano, aparentemente mejor informado gracias al constante flujo de comunicados que le llega por tierra, mar y aire. Pero al mismo tiempo introduce en la cadena informativa un elemento perturbador cuando los asesores de prensa tratan de ir más allá de su función y, en vez de servir a la transparencia, se convierten en agentes de propaganda.

Mientras los medios de información tradicionales caminan hacia la industria del entretenimiento, los gabinetes de prensa absorben competencias informativas. Ya no es preciso elaborar las noticias en las redacciones porque vienen perfectamente redactadas de origen. Así, no es extraño que los asesores se crezcan, y a menudo se crean en el derecho de dictar la información al periodista profesional, que recibirá una reprimenda en caso de tomarse la licencia de analizar, seleccionar y recomponer lo que le venía ya hecho. Si los corresponsales de guerra modernos son 'empotrados' por las fuerzas armadas para facilitar su labor en el frente, ¿por qué no va a empotrarse también el asesor en la trinchera de los periodistas, y actuar allí como si fuera su redactor-jefe?

Muchas instituciones han creado plantillas gigantescas de informadores alojados en estructuras donde los gabinetes se superponen e incluso entran en colisión unos con otros. Ofrecen, hay que admitirlo, una buena salida laboral para una profesión lacerada, inestable y en crisis. También nos cuentan más cosas. Lo que no parece tan claro es que sus informaciones tengan el mismo valor que las del periodismo libre al que tantas veces pretenden suplantar.