Editorial

El paro, primer problema

La preocupación social choca con la rigidez de una política que atenaza al Gobierno

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El Barómetro de marzo del CIS, publicado ayer, confirma que el paro sigue siendo la principal preocupación de los españoles y, de hecho, es el único problema que crece de los cinco que más acucian al país, en tanto disminuyen la inquietud por la situación económica, la preocupación por la calidad de la clase política o por el terrorismo. En lo referente a la percepción de la coyuntura, el 76,8% piensa que la situación económica es mala o muy mala, cuando hace sólo un mes esa cifra era del 78%. En cambio, el paro es citado como principal problema para España por el 82,9% de los encuestados, cuando en el cómputo correspondiente al pasado mes de febrero el porcentaje llegaba sólo al 81,8%. Estos indicadores se han publicado poco después de que el Banco de España, en su último informe, rebajara el optimismo gubernamental sobre la evolución del mercado laboral: merced a tasas de crecimiento del PIB inferiores a las previstas por el Ejecutivo, la creación de empleo sólo tendrá lugar en «los últimos trimestres de 2011»; y no a finales del ejercicio en curso y principios del 2011. Además, dicho informe incluye un capítulo firmado por tres expertos del servicio de estudios de la institución en el que se explica cómo la actual brecha entre trabajadores fijos y temporales envenena el mercado laboral. Y en consecuencia, previene contra la tentación de penalizar la contratación eventual, como ha planteado el Gobierno a la patronal y a los sindicatos en la mesa de reforma laboral, y mantener intactas las condiciones de la indefinida, ya que ello «perjudicaría notablemente las perspectivas de recuperación del empleo». En consecuencia, la propuesta del Banco de España consiste en un único contrato laboral con menor indemnización por despido. Así las cosas, con una preocupación tan intensa de la sociedad civil y unas expectativas tan escasamente estimulantes, el Gobierno no debería permanecer impasible ante el estancamiento de la negociación social. Ni es razonable que aplace la reforma del modelo. Debería abandonar viejas inercias y avanzar hacia una mayor flexibilidad mediante fórmulas modernas y creativas del estilo de la flexiseguridad que está imponiéndose con eficacia en Centroeuropa.