Editorial

Las medidas de nunca acabar

Nadie niega que sean necesarias y, aunque insuficientes, deben aplicarse de inmediato

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Ante la negativa del Partido Popular a hacerse hoy la foto con el Gobierno en el palacete de Zurbano, y ante el escaso entusiasmo de las minorías que en principio se mostraron dispuestas a apoyar las 54 medidas de la propuesta de «acuerdo sobre recuperación económica y empleo», el Ejecutivo ha optado por proseguir las negociaciones bilaterales, suspender el Consejo de Ministros que pensaba celebrar mañana y aplazar la aprobación del paquete legislativo al día 9. El asunto ya hiede y deja cada vez más en evidencia al Gobierno. Porque, de un lado, ya no se tiene en pie la tesis de un pacto global cuando los principales asuntos pendientes están fuera del temario: pacto educativo, pacto energético, reforma laboral. Y, de otro lado, ha dejado de tener sentido que, cuando nadie niega que la mayoría de las 54 medidas sean apropiadas y necesarias (otra cosa es que resulten suficientes), se retrase su aplicación hasta que se resuelvan unas discrepancias procesales que seguramente no tienen solución. En efecto, en el plan hay medidas tan dispares como las que facilitan las fusiones entre cajas de ahorros o como la reducción del IVA en los servicios de dependencia, pasando por una nueva rebaja de las tasas en vuelos a Canarias o un programa para facilitar la recarga de vehículos eléctricos. Asuntos casi todos en los que es muy difícil no estar de acuerdo. ¿Por qué entonces no comenzar a promulgar decretos-ley a toda prisa, dejando abierta la puerta a una ulterior negociación parlamentaria, en lugar de aplazar premiosamente los asuntos en pos de una complicidad del PP que no va a producirse -las reservas del principal partido de la oposición son perfectamente legítimas- o de un acuerdo más enfático y expreso de las minorías, que no es necesario para recabar su voto caso a caso? La crisis no cesa y los más de cuatro millones de desempleados merecen respuestas claras y contundentes aun cuando no haya sido posible planear un gran consenso contra la adversidad. Y es el Gobierno, obviamente, el que ha de arriesgarse en la toma de decisiones encaminadas a impulsar la actividad económica, generar empleo y trazar caminos hacia la recuperación del pulso y de la prosperidad.