LA HOJA ROJA

Alabanza de la aldea

El homenaje a México y las actividades del Consorcio han marcado una semana llena de pinceladas sobre el Bicentenario

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Del dicho al hecho, dicen, hay un largo trecho. Si no, que se lo digan a González Cabaña y su malentendido, «su error de comunicación», su -para entendernos- donde dije digo, digo Diego que tantas ampollas ha levantado y que tanto juego ha dado durante la Semana Constitucional. Del dicho al hecho, hay, por lo menos, un camino, el de la confusión, el del río revuelto y el de las ganancias de pescadores. El dicho, ya lo saben, era «Nuestro zócalo en Cádiz», el hecho, una raya naranja que atravesaba impunemente jardines, aceras, aparcamientos, y hasta las vallas de la monumental obra de Canalejas sin que nadie supiera bien definir qué era aquello y para qué servía. Por lo menos, sirvió para poner de acuerdo a la gente, «despista a peatones y conductores» decían los desconcertados vecinos, «¿cuánto habrá costado la pintura que ha destrozado la plaza España?», preguntaba Javi Fornell en su blog sin considerar -ay, qué desconsiderados que somos- que la delgada línea naranja no era más que un homenaje que representaba el perímetro de la plaza más importante de México D. F. como explicaban unos paneles medio escondidos junto al pebetero. El dicho, seguimos, dice que «los mexicanos cantan», y uno imaginaba -nos alimentamos de tópicos, qué le vamos a hacer- a unos mariachis cantando rancheras y así, pero el hecho consumado eran unos altavoces que, situados de forma un tanto tosca en algunas plazas, reproducían lo más conocido de Jorge Negrete y de Agustín Lara. Vaya por Dios.

Actividades constitucionales

El dicho era un tríptico editado por el Consorcio -ahórrenme sus apellidos- y el hecho es que anunciaban la 'XXVI Olimpiada Matemática Thales' o la presentación de la procesión Magna de San Fernando -el cartel no tiene precio, como tampoco lo tiene el del Día de la Provincia y su ¿racial Pepa?- como actividades constitucionales. Un programa que, dicho sea de paso, con sus desfiles, sus mercados, sus mexicanos cantando, su 'gymkhana' -muy buenos los regalos de consolación- y todo lo que quieran -¡esas horribles pancartas con reproducciones de Goya en la calle Ancha!- estarían muy bien en Villar del Río pero dejan un poco en evidencia el concepto de capitalidad cultural que pretendemos de aquí a dos años.

La experiencia

Y no se trata de colgar toda la culpa en el mismo garabato. No es sólo una cuestión de las Administraciones. La Unión de Comerciantes de Cádiz no se queda atrás. La segunda edición del mercado doceañista, mucho más estudiada y conseguida que la primera -la experiencia, que es la madre de la ciencia, dicen- también tiene un programa digno, cuando menos, de estudio. No sé si me gustan más los pasacalles «interactuando con los viandantes» (sic) o «El galeón de época» y el «carrusel antiguo» para los niños muy niños. Eso, por no hablar del olor a fritanga o los quesos de Valladolid, muy constitucionales ellos. Lo mejor, sin dudas, la puesta en escena de la obra 'El Pueblo dijo ¡NO!' que esta tarde la Asociación Histórico Cultural por la Resistencia de Algodonales llevará a cabo en la plaza de la Catedral, una representación del «ataque francés al pueblo español» y la posterior exhibición de esgrima. Será cuestión de ir entrenando, por lo que pueda pasar.