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La única distracción

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Nos queda el deporte, mejor dicho, lo que nos queda son algunos deportistas. Emerge el gran Fernando Alonso, que vuelve a ocupar el puesto que le corresponde en el Gran Premio de Bahrein; se recupera Nadal, al que no han conseguido reventar haciéndole competir todas las tardes; y para mayor esplendor del domingo, que por cierto cae en muchos otros días de la semana, Higuaín y el diabólico Messi marcan más goles que nunca. ¿Qué será de las personas a las que no les guste el deporte, ni siquiera en el estadio rectangular del televisor? Están condenadas a seguir nuestra absurda política exterior o bien a apasionarse siguiendo la monótona lucha que se traen los señores Zapatero y Rajoy en el ruedo ibérico.

El deporte es lo que suministra más temas de conversación, pero no exige su práctica. Don Pío Baroja creía que es necesario tener un fondo de candidez y de alegría para tomarlo en serio, pero lo cierto es que compensa mucho de fracasos personales, ya que los éxitos de nuestro equipo favorito o de nuestros compatriotas los consideramos nuestros. Del Rey abajo, España es país de grandes seguidores. Don Juan Carlos, antes de iniciarse la carrera de Bahrein, le dijo a Alonso: «te espero en el podio». Una gran premonición. Lástima que no pueda anunciar lo mismo en otras competiciones entre esos políticos deslenguados que nos traen con la lengua fuera para llegar a fin de mes.

Ése es nuestro deporte nacional más extendido. La palabra deporte procede del latín y aludía a la separación voluntaria de las obligaciones. Por desdicha, hay cada vez más personas que aunque sean grandes aficionados y tengan fotos de Cristiano Ronaldo, no pueden entronizarlos. Sus altares están a dos velas.