PAN Y CIRCO

INSULTOS Y PAÑUELOS

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Analicen lo vivido días atrás por Cádiz y Real Madrid y llegarán a la conclusión de que el fútbol sigue siendo un fenómeno difícil de explicar a cualquier mortal que viva ajeno a los titulares que a diario pueblan la prensa deportiva. Por lo que respecta al asunto más casero, hubiera hecho falta un psicólogo para justificar semejante contraste de emociones vividas en Carranza. Hubo leña para casi todos y, aunque sea todo un veterano en estas lides, Antonio Muñoz sigue demostrando que lo que más odia un mandatario es que lo pongan a él y a su familia vestidos de limpio. Pero esto funciona así para lo bueno y lo malo y simplemente hay que tener muy claro si merece la pena seguir adelante. Es entonces cuando surge la pregunta del millón, y eso que el empresario cordobés acumula en el último lustro más fracasos que aciertos, ¿qué sería del Cádiz sin Muñoz? Espero que algún malhablado reflexione al respecto. El caso madridista es -por lo mediático y los cientos de miles de euros que mueve- infinitamente más sangrante. Hemos asistido al enésimo batacazo deportivo de una entidad que se vanagloria de haber sido la mejor del siglo XX, que es capaz de fichar a la estrella más rutilante a golpe de talonario, pero que siempre incurre en el mismo error: es incapaz de poner al frente de semejante arsenal de privilegiados a un hombre con los arrestos suficientes para hacer realidad los sueños de una masa social que ya no sabe dónde esconderse. Florentino Pérez tiene un problema mayor que su homónimo cadista porque en su caso se trata de llevar a buen puerto un proyecto tan mesiánico y ostentoso que acaba produciendo el efecto contrario del fin con el que nace. Más de media Europa anda partida de la risa con el último ridículo de los blancos porque al final quien más y quien menos está deseando que los ricos lloren y en Madrid no ganan para pañuelos.