LA HOJA ROJA

FANTASÍA

Daba gusto ver cómo la fachada del Gran Teatro cobraba vida con la música de Falla, y daba pena observar cómo la plaza estaba medio vacía

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Ni se imagina usted cuánto me gustó el espectáculo de luz y sonido con el que el Gran Teatro Falla celebró -con retraso, eso sí- sus primeros cien años. Tampoco yo podía imaginarlo, la verdad, porque no estamos acostumbrados a estas cosas y porque la escasa publicidad que circulaba por ahí hacía un flaco favor a lo que luego tuvimos la oportunidad de ver y de oír. Todo un regalo para los sentidos -bueno, tampoco quiero exagerar- que puso de manifiesto que cuando se quieren hacer bien las cosas se hacen sin necesidad de grandes dispendios. Daba gusto ver cómo la fachada del teatro cobraba vida con la música de Falla, y daba pena, también, ver cómo la plaza estaba medio vacía porque ni siquiera acompañaban el día ni la hora. Tanto me gustó que anduve perdida varios días en una especie de desvarío en el que confundía realidad y virtualidad -eso es lo que pretendía la organización ¿no?-, fantaseando con la posibilidad de que el mismo derroche de originalidad y buen gusto se repitiera cada vez que hay un espectáculo en el Falla, cada vez que se organiza algo en esta ciudad. Por momentos llegué a confundir los compases de 'El Amor Brujo' con aquella Rhapsody in Blue que George Gershwim compuso para la animación ágil y esquemática de Al Hirschfeld en 'Fantasía' -sí, es la película de Disney-. Una rapsodia que va dibujando de una manera muy similar a lo que vimos aquí el perfil de la Manhattan de los años treinta y los sueños de sus habitantes.

Una fantasía, nada más. Como el mes constitucional que casi se nos pasa sin que diéramos cuenta. Mes constitucional es una forma demasiado pretenciosa de llamar a un par de semanas de celebraciones que arrancaron el pasado día 4 con la inauguración de la exposición 'Las Cortes de la Libertad' -prescindible, si usted no la ha visto todavía- que, sin embargo, tiene un cuaderno didáctico y un puzzle bastante apetecibles si sus hijos son aún pequeños y que culminarán el próximo lunes día 22 con la presentación del noveno número de la colección Biblioteca Cortes de Cádiz que será, sin duda, de lo más interesante en esto del legado del Doce o cómo se llame lo que quede cuando llegue el Trece. En cualquier caso, el programa de actos presentado por el Ayuntamiento tiene, como todo, sus luces y sus sombras, aunque en líneas generales resulta más atractivo que el de años anteriores, quizá porque conforme se acerca la fecha señalada van saltando las alarmas. Y eso está bien. Destaca la celebración conjunta del mes constitucional con el programa Bicentenarios dedicado en esta ocasión a México que tendrá presencia en nuestra ciudad a través del cine, la pintura -curioso y prometedor lo de Nuestro Zócalo en Cádiz, aunque con un horario difícil- la poesía, la gastronomía y la música -esta noche, ya lo saben, Las Corregidoras toman Cádiz en la Sala Anfiteatro- y con algo llamado «los mexicanos cantan» que califican de «experimento para el futuro» y que llevará a las plazas de San Francisco, San Agustín, Palillero y Mercado Central durante tres horas diarias -de doce y media a dos y de seis a siete y media- de lunes a sábado sones mejicanos. Será para verlo.

Lo demás, es un poco más de lo mismo. La Carrera de las Libertades -mañana-, exposiciones varias, el sempiterno cupón de la ONCE , premios y más premios, la 'Gymkhana' del Doce -cualquier año de estos me animo- desayunos, ofrendas florales y el desfile de tropas de los Voluntarios Distinguidos que sigue teniendo también un horario extraviado -o no, depende de cuál sea la pretensión del desfile a las diez de la mañana- el viernes día 19 de marzo que sigue sin ser fiesta local, una petición que se está convirtiendo en un clásico de los debates de barra de esta ciudad. Y también alguna novedad, como el autobús turístico que el jueves hará un recorrido para visitar distintas exposiciones a partir del mediodía, y algún hallazgo, como el concierto que el dúo Lux Bella, formado por Ana Carpintero y Gloria María Martínez, ofrecerá el próximo lunes en el Casino Gaditano, con obras originales de la Guerra de la Independencia recogidas en su último disco Cádiz 1812: heraldo de libertad, editado con ayuda del Gobierno de Aragón y la Fundación Zaragoza 2008 -sí, han leído bien.

Un programa variado al que le quedan, sin duda, flecos que anudar de aquí al Doce. Tantos como al pobre Centro de Interpretación La Pepa 2012 que parece justificar todas sus carencias -y no son pocas- apelando a su eventual ubicación en la calle Ancha. Si consiguen verlo -y eso que desde hoy el horario se amplía- en el breve intervalo de tiempo que permanece abierto, saldrá usted con la sensación de que no ha visto ni la mitad de lo que anuncia el folleto -muy bien hecho, todo hay que decirlo- pero sólo será eso, una sensación porque, en efecto, no habrá visto usted ni la mitad de lo que anuncia el folleto. El centro no es nada acogedor, el color frío de paredes y suelo no invitan más que a salir de allí, los interactivos son demasiado infantiles -podrían haberlo llamado Centro de Interpretación Escolar y habrían quedado mejor -el gigapanorama- es esa foto enorme que en primer término tiene unos sacos de cemento y ladrillos de una obra -está regular y el audiovisual no termina de mostrar las tres dimensiones-. Se presenta, eso sí, bien documentado y mejor producido, aunque no hay ni un llaverito que comprar -saben ustedes mi debilidad por el 'merchandising' museístico- ni un recuerdo que llevar para los que vienen de fuera, que son muchos.

En fin, quizá sólo sean percepciones. En Rhapsoy in Blue todos los personajes sueñan con ser otras personas, con tener otras cosas y con vivir otras vidas. Al final, la realidad va confeccionando a cada uno de ellos un vestido lo más parecido a sus sueños, aunque todos saben que sólo es una ilusión. Nos queda poco, poquísimo para el Doce, y espero, como usted, que al final no sea nada más que una fantasía.