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El venerable presidente de RTVE, don Alberto Oliart, dijo el otro día que para reducir el agujero abisal de RTVE se le ocurren dos cosas. Una es fundir La 2 con el canal temático cultural de la Pública (con toda intención digo «fundir» en vez de «fusionar», porque La 2 quedaría literalmente «fundida»). La otra es prescindir de los derechos de emisión del motociclismo, que serían vendidos a otra cadena. Lo de los derechos de las motos puede parecer un haraquiri, pero en realidad no lo es. Aquí ya habíamos avisado hace algunos meses, cuando se planteó el inminente abandono de la publicidad en TVE, de que empezaríamos a ver cosas de este tipo, a saber: suelta progresiva de lastre financiero. Estas cosas, lo de las motos y tal, están bien porque dan audiencia. Ahora bien, la razón fundamental por la que una cadena de televisión quiere audiencia es, ante y sobre todo, obtener publicidad y ganar dinero. Y, claro, si uno prescinde de la publicidad, ¿entonces para qué quiere la audiencia? ¿Por prestigio, por fama, por peso social? Sí, claro. Pero para eso no hace falta emitir carreras de motos. Al final, prescindiendo de esas inversiones aligeras presupuesto, puedes gastar en otros capítulos y encima ahorras dinero.

Es decir que, sobre el papel, nada puede objetarse a este género de renuncias. Sin embargo, en la idea de Oliart hay una sombra, y es la siguiente: si TVE vende esos derechos de emisión, ¿a quién irían a parar? Sólo hay dos respuestas: a Cuatro o a La Sexta. O sea, a las cadenas gubernamentales por antonomasia, y de una de las cuales procede el propio Oliart. Esto lo complica todo, porque hace que una idea objetivamente buena quede envuelta en una nube de sospecha. Como no es la primera vez que la reducción de TVE revierte en un engorde inmoderado de empresarios de comunicación afines al Gobierno -los sindicatos de la Casa así lo vienen denunciando-, muchas luces de alarma se han encendido en el panorama audiovisual. Alternativas: sacar esos derechos a pública subasta. ¿Se atreverá Oliart a hacer lo que parece de puro sentido común?