Sociedad

DESENCANTO Y SORPRESA

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Sin duda alguna, podemos calificar de acierto el arrancar la temporada del Gran Teatro Falla 2010 con un espectáculo como el que nos trajo el Ballet Nacional de España, pues el resultado dejó un excelente sabor de boca a los asistentes. Acertado también porque nuestro coloso gaditano está de fiesta en su centenario, y que mejor celebración que arrancar la programación con una compañía tan emblemática como lo es el BNE. En esta ocasión el programa estuvo compuesto por dos piezas: 'El sombrero de tres picos' de nuestro insigne Manuel de Falla, y 'El Café de Chinitas', basado en canciones de Lorca.

Afortunadamente para los espectadores, el programa ganó en fuerza, frescura e intensidad en la segunda parte, pues en la primera, -en la obra de Falla-, todos los elementos: vestuario, iluminación, evoluciones coreográficas, interpretaciones etc., tenían un matiz demasiado clásico y estereotipado. Con un cierto desencanto, ésta primera parte parecía anunciarnos más de lo mismo en lo posterior.

Sorpresiva y gratamente, en la segunda mitad, el espectáculo da un vuelco hacia lo arriesgado y ecléctico: el vestuario es idóneo, la iluminación excelente, la aportación videográfica da mayor profundidad y sentido a la propuesta; y la palabra, escasa, pero apropiada. Los arreglos musicales y la presencia en vivo de Chano Domínguez y su grupo, encajan muy bien además, con la brillante participación de la cantaora Esperanza Fernández.

De este modo, en 'El Café de Chinitas' se conjugan música, danza, magia, luces, sorpresa, canto, colorido y una excelente concatenación de disciplinas artísticas que encandilan al espectador ya sea por la fluida y potente coreografía y su disposición espacial, o bien, por la contundente presencia del lenguaje simbólico y poético de la obra de Dalí y de Lorca. Nos congratulamos de haber presenciado un espectáculo sugerente y dinámico, que aunque un poco extenso, resultó fulgurante en todas sus partes.

Lástima que el espectador gaditano, por momentos, irrumpiese con su aplauso el final de cada número, pues esto, en lugar de favorecer al ritmo de la obra, lo entorpece. Aún nos queda mucho por aprender como público, pues en ocasiones, el aplauso y el jaleo, no siempre animan a los interpretes, incluso pueden llegar a desconcentrarles en su hacer. Esto, no es Carnaval.