EL CHEQUEO

Alegales Anegadas

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Los daños producidos por la fuerte pluviosidad de este invierno los han notado especialmente muchos de los propietarios que han construido sin las correspondientes licencias urbanísticas, al margen de la legalidad, en cauces, arroyos, llanuras inundables o en zonas no urbanizadas que no disponen del saneamiento y desagüe adecuado. En algunos casos, estas construcciones irregulares han actuado incluso de pantalla, frenando el curso natural de las escorrentas y anegando viviendas legalmente construidas.

Estos hechos demuestran la necesidad imperiosa de que se sometan todos los ciudadanos, sin excepción, a la planificacin urbanística. Las administraciones públicas implicadas en la ordenación del territorio, es decir ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, como la andaluza que tiene esa competencia exclusiva desde el año 81, deben velar por el más estricto cumplimiento de la ley e incluso hasta protegernos de nosotros mismos.

Pero, a veces, las administraciones no han respondido a esas expectativas y han desarrollado un urbanismo intensivo o no han actuado con contundencia contra las viviendas ilegales, favoreciendo de esa manera la especulación, sin primar, por encima de todo, el interés general.

El Defensor del Pueblo Andaluz, ante un gran número de quejas de los ciudadanos que han sufrido inundaciones, a lo largo de los últimos años, ha repartido las culpas a todas las administraciones, dejando en evidencia el planeamiento urbanístico. Lo paradójico es que existen normas eficaces y adecuadas, pero estas no han sido implementadas en la normativa planificadora de muchos municipios. Esto ocurre por ejemplo, con el Plan de Prevención de Avenidas e inundaciones, de la Consejera de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía, aprobado por Decreto el 2 de Julio de 2.002, que es un instrumento científico imprescindible para ordenar el territorio.

Las inundaciones de estos días impulsan a velar y proteger especialmente el medio ambiente. Ya no estamos en los años 60 del desarrollismo salvaje, en lo que todo se supeditaba a la prosperidad material. Ahora que no se construye casi nada, es el momento de aprovechar la situación de crisis para enderezar el urbanismo caótico. Y como se dice en el preámbulo de la citada norma: debe de invertirse la tendencia de que lo urbano aprisione al río, para convertirla en que la ciudad se abra al río.