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Administraciones de gasto, sin visibilidad recaudatoria pero con la mitad del presupuesto nacional

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El 28F se ha celebrado el Día Mundial de las Enfermedades Raras. También era el Día de Andalucía. Quizá convenga aclarar que Andalucía no es una enfermedad rara, aunque a menudo se perciba como una patología política lo de esta comunidad gobernada por el mismo partido durante tres décadas aún estancada en el mapa de regiones infradesarrolladas de la UE con nivel 1 hasta la incorporación de las comarcas más miserables del viejo perímetro soviético. Y sin embargo, esa hegemonía monocolor, más que una enfermedad rara, es sólo un caso crítico de un mal extendido en este país diseñado por la filosofía política del 'café para todos', sin duda inspirada no por Hobbes, Locke, Durkheim o Rawls. La esclerosis de la alternancia es un cuadro clínico inseparable del régimen clientelar al que tienden esas administraciones de gasto, sin visibilidad recaudatoria pero con la mitad del presupuesto nacional para tirar de chequera. Y esto se reproduce de Baleares a Galicia, de Extremadura a Canarias. En las grandes comunidades donde habita la mayoría de la nación -Andalucía, Cataluña, Madrid, Valencia y Euskadi- apenas ha habido cuatro cambios en cuarenta citas electorales. Ahí queda eso.

Hay un factor clave: el ensombrecimiento informativo de las autonomías. Fragmentadas como reinos de taifas, hay un buen caldo de cultivo para la manipulación. En la espesa cleptocracia de Baleares, mientras el resto del país miraba aquello como un paraíso de alemanes callados y veleros, se ha destapado la compra de medios; en las grandes comunidades, el uso de las antenas públicas es de manual de 'agit-prop', desde luego sin organismos independientes de regulación como en las grandes democracias, o a lo peor con esos organismos bajo control. Sucede en Andalucía como en Madrid, en Valencia como en Cataluña. La realidad incómoda se hace invisible o se procesa ad hoc; así que la conciencia crítica se vertebra con mensajes contradictorios o no se vertebra. Es lo ocurrido días atrás en Valencia con una sesión de escándalo en las Cortes arbitradas al servicio del partido gobernante, con irregularidades en los turnos de palabra, la expulsión de algún portavoz de la oposición y hasta insultos de las altas magistraturas. Quizá desbarre ese politólogo que denomina 'dictaduras de proximidad' a las autonomías españolas, pero la asimetría de derechos, el aldeanismo de campanario y las maquinarias de propaganda convierten éstas en patologías raras para la cultura democrática europea. Si la alternancia en Cataluña aguardó casi veinticinco años, y treinta en Euskadi, tal vez toque pronto en Andalucía como pronostican los sondeos o quizá aún sólo sea un espejismo demoscópico en la travesía del desierto.