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Las únicas quinielas que aciertan son las que se hacen después de la jornada futbolística y no hay que descartar que les pase lo mismo a las que están haciendo antes de la jornada electoral, que aún está distante. Es cierto que hay cosas que se ven venir y otras que se ven irse. Entre nosotros y no sólo entre nosotros, quienes reciben un influjo más directo en sus opiniones políticas no son los que todavía condescienden a oír a los oradores, sino los que escuchan a su bolsillo, que es siempre un amigo íntimo. La contabilidad privada ha determinado siempre los asuntos públicos y en épocas de crisis la gente ha creído que toda variación es buena y que lo opuesto a lo que hay es preferible a lo que se tiene, sin pensar en que puede ser peor.

Los acontecimientos no se están quietos. Cuando giran en un sentido o en otro, se capitaliza el descontento, del mismo modo que se exagera la esperanza, pero en los países civilizados, que no hay que confundir con las naciones cultas, los vuelcos son graduales. Algo se mueve en el mundo, ya que la crisis financiera la han traído los dueños de las finanzas y la sufren los trabajadores, pero no nos fiemos de los pronosticadores hasta que no se cumplan los pronósticos. Cualquier suceso resonante puede cambiar nuestro horóscopo.

Es la ventaja de la democracia, que entre otras cosas nos permite cambiar de ventajistas, cuando ya están muy vistos los que teníamos, a continuar con los que tenemos, no sea que resulten más insaciables los que van a venir. En Cuba no pueden hacerlo.

Declarar una huelga de hambre allí es una redundancia. Lo que fue un ejemplo de dignidad y rebeldía, después de siglo y medio, es una catástrofe. Los centauros son jineteras o jineteros y nadie puede salir de la gloriosa isla, «un largo lagarto verde con ojos de piedra y agua». Está en una jaula.