PAN Y CIRCO

CIFRAS Y LETRAS

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Las juntas generales de accionistas de clubes de fútbol son un soberano muermo que únicamente se anima cuando llega el turno de ruegos y preguntas y algún avispado es capaz de dejar en fuera de juego a quienes han ofrecido un soporífero análisis de la realidad económica de la entidad desde la mesa presidencial. Estas convocatorias suelen ser una mera anécdota cuando la marcha deportiva de la institución es notable y un mal trago cuando la pelota no quiere entrar y el equipo se enquista en la zona de descenso. Es entonces cuando los que pueden acudir, como accionistas, y los ausentes, que sufren cada quince días en sus carnes una temportada que está resultando espantosa, caen en la cuenta de que aquí lo que importa es que se haga una buena planificación deportiva, que la cantera no sea un simple elemento decorativo y que los refuerzos de invierno superen a los que ya había en nómina. Las cifras, ese interminable listado de gastos y beneficios, es algo que a una amplia mayoría del cadismo le importa un pimiento porque al fin y al cabo es un negocio en el que están en juego el buen pico de millones del máximo accionista. La situación adquiere tintes de comedia de medio pelo cuando al final lo que se ha hecho ha sido un balance monetario del anterior ejercicio, aprovechando para sacar pecho por el ascenso logrado. El problema es que la afición no entiende de pretéritas hazañas, sino del actual estado de las cosas y éste resulta dantesco para un Cádiz CF que quería disfrutar de su centenario entre la élite y lucha en estos momentos por huir de unos puestos que le devolverían otra vez a Segunda B. Entre tantos números, pocas letras tuvieron como destinatario al secretario técnico, personaje clave para que esto funcione, pero que en el caso cadista ofrece un aroma a fracaso que ni el más reciente megafichaje para los despachos consigue disipar.