Ciudadanos

El piloto y la dueña de un barco usado en un alijo dicen que sólo lo alquilaron

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

«Yo sólo puse el barco en alquiler, no podía estar pendiente de lo que hacían con él todo el tiempo». Mercedes R. P. se defendía así ante el tribunal de la Audiencia Provincial que la juzgaba ayer por su presunta vinculación con un alijo de 1.800 kilos de hachís descubierto hace dos años en el muelle deportivo Puerto América, de Cádiz. La droga fue hallada oculta en una lancha deportiva que estaba abandonada, y que era de su propiedad.

El barco -de ocho metros de eslora- se llamaba 'Cacahuete' y al igual que la cáscara del fruto seco, su casco fue abierto en dos mitades para esconder en el doble fondo 81 fardos de hachís procedentes de Marruecos. El fiscal pide para la mujer una pena de seis años y medio de cárcel pues considera muy sospechoso que siendo la dueña del barco no estuviera al tanto del uso que se le daba.

Aparte de Mercedes, se sentaba ayer en el banquillo de la Audiencia Gabriel C. M., un ciudadano inglés residente de Gibraltar que alquiló la embarcación para montar un pequeño negocio de paseos por el Estrecho, y que reconoció ante el tribunal ser el piloto que trasladó el alijo hasta España. Sin embargo, el inglés también se declaró inocente y declaró «no saber de la existencia de la droga». Según su versión, el papel que jugó en el alijo se limitó a navegar hasta Marruecos con tres españoles, que contrataron sus servicios haciéndose pasar por turistas. La Fiscalía pide también seis años y medio de cárcel para este hombre, que se encuentra actualmente en prisión preventiva por estos hechos.

El relato que Gabriel recordó durante ante la Audiencia estaba, no obstante, lleno de lagunas y repetía constantemente que no se acordaba de los detalles del viaje. Justificó su desmemoria en que, cuando ocurrieron los hechos, padecía de una adicción al alcohol y las drogas que lo mantuvo totalmente borracho durante tres días en un puerto de Marruecos, cuyo nombre ni siquiera recordaba. La defensa del inglés especuló con que, esos días de embriaguez los tres clientes pudieron abrir el barco y esconder la droga sin que el piloto se percatara.

Gabriel fue consciente del alijo en el viaje de vuelta, cuando el casco del barco sufrió una vía de agua, causada posiblemente por la manipulación, que los obligó a recalar en el muelle gaditano. Allí, el inglés y los españoles abandonaron la embarcación escorada, lo que despertó las sospechas de la Guardia Civil.

Gabriel no supo identificar ni dar los nombres de los misteriosos hombres, que no están acusados en el proceso judicial. De hecho, en su alegato, el abogado del británico llegó a especular con que su cliente pueda ser víctima de las amenazas de estas personas o de una mafia, que haya forzado su silencio o su sorprendente desmemoria.