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Vidas empapadas

La cota del Guadalete desciende 43 centímetros, pero las familias siguen en alerta ante una nueva crecida

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«Esto afecta a la salud de las personas. No puedes dormir, te falta el aire, sientes estrés e impotencia. Tienes 50 animales y no tienes nada que echarles para comer. Pero no puedes parar, tienes que seguir adelante, sin fuerzas, como sea...». Elena Pilar, hija de la dueña de la finca El Torno, habla de corrido y casi sin pausa. La propiedad de Aurora Martínez del Cerro (su madre) ha sido una de las más castigadas por las fuertes precipitaciones de los últimos días. Aunque ayer muchos informativos subrayaran que la zona rural respira tranquila, éste no es, desde luego, su caso.

La finca, a unos tres kilómetros de El Portal, es un reflejo claro de los destrozos del temporal. Sus dueños han perdido, sólo en patatas, unos 120.000 euros, ya que 26 hectáreas de cultivo han quedado totalmente anegadas. Siguiendo el rastro de la zona cero del temporal, se pueden hallar otros muchos dramas: Las Pachecas, La Ina o La Greduela son claros ejemplos. Personas que lo han perdido todo o casi todo.

«Esto ya es una detrás de otra. Con la riada de la pasada Navidad, nos llegaba el agua por la cintura. Luego vino un huracán y causó más destrozos, por lo que casi nos quedamos sin sitio para proteger el ganado», continúa Elena Pilar, visiblemente exhausta. Esta vez ya ha sido, nunca mejor dicho, «la gota que ha colmado el vaso». No muy lejos de esta zona está el epicentro de todo este desastre: Las Pachecas. Allí, como es sabido no sólo en Jerez, sino en toda España, el agua ha llegado a cubrir por completo numerosas casas. Ayer, gracias a la bajada del nivel del río Guadalete, podían verse los tejados y poco más.

El caso de Rosario Camacho es paradigmático: «Llevo viviendo en el centro de barrio desde el 26 de diciembre pasado». Ironías del destino, cuando estaba a punto de volver a su casa, que había pintado y limpiado, una nueva tromba de agua ha vuelto a anegarlo todo. Por ello, no ha tenido más remedio que continuar, junto a su marido y su hija, en el centro.

Mientras tanto, la barriada rural ha sido tomada por periodistas, fotógrafos y cámaras, que comparten espacio con los vehículos de la Policía Local, la Guardia Civil y un dispositivo fijo de Protección Civil. Justo al lado de éste, se encuentra el centro donde Rosario y su familia hacen su vida. Rosario estaba ayer «un poco más desanimada», reconocía. Nadie se ha acordado de ella hasta entonces, pese a llevar casi dos meses en lamentables condiciones. Lo peor es no saber cuándo podrá regresar a su inundado hogar.