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La aportación de la construcción al crecimiento económico fue negativa para todos los países europeos el pasado año. En cierta medida, sorprende que el retroceso de España (un 6.6% interanual, con datos del tercer trimestre de 2009) sólo sea ligeramente superior al promedio de la zona euro (4,2%) e inferior al 9,5% del Reino Unido. Más aún si se compara con el desplome del 17,5% de Grecia y el 34,7% de Irlanda. Y es que las empresas constructoras españolas encontraron en la actividad exterior una importante vía de escape que les permitió minimizar el impacto de la crisis sobre sus negocios. Por eso, aunque la crisis del ladrillo ha tenido unas repercusiones muy significativas sobre el mercado laboral, su impacto se deje sentir en mucha menor medida en el conjunto de la producción.

Las luces rojas del desempleo se encienden para España, sin paliativos. Los expertos hablan de diferencias de criterio en los sistemas de medida, pero la tasa del 19,5% de parados sobre población activa -la estadística europea establece registros mensuales, y es reveladora de la tendencia negativa que mantiene el desempleo- no tiene punto de comparación con otras economías de la zona euro.

El drama de la economía española es la celeridad en el crecimiento del déficit, que ha pasado en dos años de superávit a un déficit del 11,4%. Situación comparable a la del Reino Unido, pero también a la de Irlanda y Grecia. Mucho mejor es la posición en términos de deuda -argumento utilizado por los responsables del Ministerio de Economía- porque el 55% que representa esta magnitud en relación al Producto Interior Bruto, también similar a la del Reino Unido, marca grandes distancias con Grecia o incluso Italia. El país transalpino, ahora más solvente al limitar su déficit al 5% del PIB, debe responder de una deuda del 116%.