La comunicación entre los equipos es fundamental para realizar los salvamentos. :: francis jiménez
CÁDIZ

Prepararse para vivir al límite del caos

El Grupo de Ecología Activa permanece 48 horas casi sin descanso realizando simulaciones con víctimas ocultas en la planta baja El Parador Hotel Atlántico se convierte en el escenario de un seísmo para prácticas de rescate

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Cuando todo el mundo está sumido en el caos, sin capacidad de reaccionar y paralizado -tanto por el miedo como por el temor-, ellos deben mantener la calma. Para conseguirlo es necesario un entrenamiento continuo y, por esa razón, los miembros del grupo de búsqueda y salvación de la Asociación Internacional de Ecología Activa (GEA), se han encerrado durante 48 horas en el Parador Hotel Atlántico, a la espera de su derribo, para desarrollar un intenso ejercicio, casi sin descanso, de localización de supervivientes tras un seísmo. El objetivo es sencillo, poner a cada rescatador en una situación límite -tanto física como psicológica- para poder superar todas las adversidades a la hora de realizar las labores de salvamento.

Para poder desarrollar tales actividades la entidad se mueve por toda España en busca de construcciones abandonadas o que vayan a ser derribadas, de hecho una vez que el Hotel Atlántico desaparezca entre escombros el colectivo volverá para realizar un nuevo entrenamiento, aunque en esa ocasión con la unidad canina.

A pesar de que cuentan con experiencias como fue el caso de Indonesia o de L'aquila, en Italia, en la que estuvieron sometidos a varias réplicas lo que complicó sobremanera las labores de rescate. Por eso los supervisores de los ejercicios, que se han desarrollado en estos días en el edificio, se afanaban por sellar las entradas de los grupos de rescate para que tuvieran que buscar nuevas salidas. A Haití no han acudido porque han sido requeridos otros grupos, ya que al ser un colectivo internacional se turna con los del resto de países.

El escenario de las actividades se concentró en la sala de máquinas y la parte baja del Parador, que se encuentran actualmente desmanteladas, y aprovecharon los huecos entre las tuberías y las paredes como los principales lugares en los que colocar a las víctimas. Totalmente a oscuras los diferentes grupos se internaron en numerosas ocasiones, a lo largo de dos noches casi sin descanso, en las estancias para buscar a los supuestos supervivientes que presentaban diferentes grados de conciencia y también de lesiones, de modo que se representen así las posibles situaciones a las que se enfrentarán en un futuro.

Varios grupos conectados con una guía de vida -una fina cuerda atada a la cintura de los miembros del grupo para que se conozca su camino- recorrían las estancias en total oscuridad mirando por todos los rincones y agujeros posibles. Una vez localizado, la dificultad estaba en poder sacar a la víctima en camilla para producirle las menos lesiones posibles.

Cabeza fría

Elena Correas es la coordinadora del grupo y afirmó que la intención del ejercicio: «Es conseguir que todo se asemeje a la situación real por eso apenas se descansa, porque las horas posteriores son las más importantes tras un seísmo».

Lo peor es el tema psicológico, «en especial cuando hay niños, por eso siempre vamos con un psicólogo que determina quien descansa y quien trabaja», aseguraba Correas. En cada casco los rescatadores llevan un pequeño muñeco de un animal para dárselo a los menores y tranquilizarlos, «aunque a veces es complicado porque para ello el rescatador debe tener el control de la situación y eso es complicado por lo que hay que entrenarse continuamente», concluyó Correa.