El artista Jaume Plensa. / Toni Albir (Efe)
ENTREVISTA

«Mi reto es esculpir el silencio», dice Jaume Plensa

"La cabeza es el verdadero taller de un artista", asegura el último ganador del Premio Velázquez

MADRID Actualizado: Guardar
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"Esculpir el silencio", mostrar "la belleza interior en tiempos de guirigay y griterío" es el reto de Jaume Plensa (Barcelona, 1955). Artista polifacético, sutil y global, devenido en escultor genial, acaba de sumar el Premio Velázquez a un palmarés blindado por ser capaz de expresar "lo intangible" con su poética obra escultórica. El fallo le sorprendió, por casualidad, en su taller cercano a Barcelona, donde el teléfono echó humo todo el día y ante el que hubo lista de espera. Por lo común este poderoso creador está en vuelo de la ceca a la meca y asegura que "la cabeza es el verdadero taller de un artista". Se siente un privilegiado por poder explorar esos mundos interiores a través de forma y volúmenes.

- ¿Qué supone el Velázquez en un palmarés cargado de todo tipo de grandes distinciones?

Un enorme honor y una gran ilusión. El nombre de Velázquez lo dice todo. Es maravilloso y muy especial, sobre todo para alguien que, como yo, ya de crío me deleitaba con al pinturas de Velázquez en el Museo de Prado. Es un premio muy específico para los artistas plásticos, como lo es el Cervantes para los escritores. Para un creador es el súmmum. ¡Qué decir de los otros 'cervantes'! Con Cildo Meireles comparto galerista en Nueva York, y Antoni Tàpies es el gran maestro para un hijo de Barcelona como yo. Es un honor ingresar e ese club.

- Se le premia por un desafío poético: hacer tangible lo intangible, por esculpir ideas emociones y sensaciones

Exactamente ese es el motor de mi obra y mi desafío permanente. La voluntad de lograr que esas cosas tan intangibles como la poesía y la música, que parece que no podamos ni tocar, podamos de pronto acariciarlas. Ese es el reto que inconscientemente está en algo tan físico como es la escultura. Mi origen mediterráneo está también en ese afán de hacer posible acariciar lo intangible, lo inasible.

- Lo ha hecho transitando por todo tipo de lenguajes y soportes.

Es inevitable tener curiosidad, y más para un artista. Cada soporte te permite expresar un tipo de idea, pero cada vez me he ido centrando y focalizando más en este mudo del volumen, el que quizá mejor me permite expresar sentimientos y emociones. La escultura es un herramienta maravillosa para trabajara en esa dirección.

- ¿Se siente más cómodo con las piezas de gran escala?

No especialmente. Pero me temo que estas grandes piezas tienen un enorme poder mediático, mucho más que las estampas, los dibujos, las fotos y las obras de menor escala. Su eco es mucho más inmediato y poderoso. No desdeño ninguna escala y mantengo mi trabajo en el taller con piezas de todas las dimensiones e intenciones. Piezas como las de Río de Janeiro o Nueva York, esas cabezas de niñas tan enormes, tienen un impacto que a veces parece que oculten a las otras. Lo de Río fue inolvidable. Necesité 35 años para poder hacer aquella pieza que me devolvía a Brasil, mi primer destino como artista cuando apenas tenía veinte años. Pude plasmar en alguna manara mi interés por la macumba y el candomblé y toda esa potente espiritualidad del Brasil que tanto me interesa. Fue mi homenaje a Yemanjá, la diosa del mar, y la coloqué allí en el corazón de la bahía.

- Así que ¿es posible dar forma a esa espiritualidad?

Estamos en un momento extraño de nuestra cultura y nuestra historia, tiempo de guirigay y griterío en el que parece que el que más grita es el que más razón tiene. Y no estoy de acuerdo con eso. Intento trabajar en lo opuesto, en el silencio del interior de cada ser. En su parte más espiritual. Hay una belleza oculta dentro de cada uno de nosotros que sería bueno mostrar más. La escultura es una excusa, es como un espejo que puedo plantar delante de la gente para destacar esa belleza interior y esculpirla. Mi escultura trata de generar ese silencio, casi como una paz y una quietud en la que algo hemos dado en llamar el espíritu y el alma se pueda expandir de una forma natural.

- ¿Cómo centrase en ese ámbito espiritual llevando un vida de peregrino terrenal, de avión en avión, hoy en Seúl, mañana en Nueva York, casi nunca en casa?

Lejos de incomodarme o paralizarme me estimula. Un avión es un lugar maravilloso para crear. Estás flotando, en ningún sitio, sin fronteras ni límites, trasladándote de un lugar a otro, de un tiempo a otro. La verdad es que me encanta y en los aviones he creado o perfilado muchos de mis proyectos. Pensamos en el taller del artista como ese lugar sagrado, ese laboratorio de análisis y creación, y lo es. Pero el verdadero taller del artista es su cabeza. Lo demás es menos valioso.

- Regresa de Nueva York y de dar una conferencia en Chicago, ¿Un viaje provechoso?

La verdad es que sí. En la exposición que tengo en Nueva York todo está en flotación. Ni hay nada que toque el suelo, que es uno de los temas que más me seduce ahora. Es muy bonita y juego con la luz, una mezcla entre figuras y volúmenes que tienes un aire cósmico, como si fueran planetas que conforman una sola escultura flotante. He querido crear una sensación de ingravidez que invite al espectador a flotar en ese espacio. Además le he dado vueltas en el vuelo a las exposiciones del próximo año en Chicago, para el aniversario de 'Crown Fountain'. Será una pieza distinta, pero vinculada a aquel proyecto al que tanto debo.

- Donó el dinero del premio de Artes Plásticas al Banco de Alimentos el año pasado ¿Este también?

Lo estamos meditando, pero lo donaremos.

- El mercado está que asusta. Hasta 105 millones de euros por un Bacon, muerto en 1992 ¿La dan vértigo esas cifras?

Hay que ver el lado interesante, que es poético. Que se conceda ese valor tan espectacular a algo que pintó un creador tan reciente, que sea objeto de deseo con tamaña intensidad, nos demuestra la enorme y extraordinaria fuerza que tiene el arte, que sobre el papel es algo que no vale para nada. Nos dice que hemos de creer en nuestras ideas y esta atracción del arte es una forma de demostrarnos la enorme fuerza de lo intangible, de que si tú crees en algo que imaginas y lo ves posible, inténtalo. Quiero quedarme con esa lectura positiva. Si el arte tiene fuerza, es porque no sirve para nada, lo que lo convierte en un huracán, en un tsunami. Cuando el arte es de verdad y sincero, fluye como la poesía.