Moreno, en el banquillo ante Bielorrusia./ Efe
FÚTBOL | selección

Alberto Moreno, el último en llegar

El ‘ruso’ con la sangre rojiblanca debutó con la absoluta después de un comienzo de temporada convulso

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Poetizaba Antonio Machado que cada primavera su tierra andaba pidiendo escaleras para revivir a su manera la pasión de Semana Santa. Uno de esos barrios que enfatizan la cultura popular dictada por el vate sevillano es el Cerro del Águila. Entre el Matadero y la antigua fábrica textil de Hytasa, Alberto Moreno nació cuando aún resonaba el eco de los soniquetes del Martes Santo a pesar de los meses transcurridos. Quizá porque llegó al mundo con los 45 grados que estipula la ley natural y deben marcar los termómetros de la ciudad en julio, o porque el año de su nacimiento coincidía con la nueva Sevilla de la Expo y Curro regalaba balones para hacer la competencia a Cobi, su rival olímpico, lo cierto es que a Alberto Moreno el gusanillo del fútbol le indujo pronto a dar patadas a los botes de detergente que encontraba cogido de la mano de su madrina. Queda pactado que cuando se nace a orillas del Guadalquivir se debe elegir trinchera balompédica nada más se sabe distinguir cuál es color rojo y cuál el verde.

Sevilla o Betis fue la temprana elección que tuvo que tomar un niño al que le costaba adivinar cuántos dedos tenía en cada mano. Una parte le hablaba de Cardeñosa, Esnaola, Bizcocho y Eulate, al mismo tiempo que le invitaba a no preocuparse por ver al equipo en las penumbras porque había por aquellas fechas un señor al que gustaba ser llamado don Manuel que lo iba a solucionar todo. La otra le hablaba de Arza, Bertoni y los ‘Stukas’ glorificando épocas pasadas para recordar que 50 años sin ganar nada no significaban tampoco gran cosa. Su hermano cayó en la tentación heliopolitana. Él marchó camino de la carretera de Utrera para intentar sentir la hierba fresca bajo sus pies y no el cemento con adoquines propio del barrio.

Los ojeadores determinaron que habría que reformar su carácter urbano. Pero era una joya en bruto. Los compañeros le apodaron el ‘ruso’, por su aspecto blanquecino del Este europeo y no del nacido bajo el sol tostador andaluz. Lo apadrinó pronto Pablo Blanco, ‘padre’ futbolero de los Reyes, Navas, Sergio Ramos y compañía. Y de alguien importante: Antonio Puerta. El ángel de la zurda de diamantes que cambió la historia que su familia rojiblanca contaba de hazañas inacabadas y ocasos finales en campos forjados con hierro oxidado y clima invernal en vísperas del verano.

Heredero de Puerta

La carrera del malogrado futbolista y la actual perla del Sevilla son similares. Ambos pasaron de extremo a lateral. Alberto debutó con ‘La Roja’ el martes en Albacete sudando sangre rojiblanca. La misma que transpiraba aquél del que ahora hereda su número. El ‘16’ sevillista lo llevará quien se apellida Moreno, a pesar de que hasta ahora tenía el ‘32’ por su ficha de canterano. Cuestión de renovación. Igual que ocurriera con su antecesor, los cantos de sirena han estado cerca de llevar su barco a arribar a Madrid antes del estreno con España.

En el tira y afloja cedió Monchi, director deportivo al que la gran progresión del joven le pilló por sorpresa. Florentino Pérez estuvo con un ojo en Bale y el otro en él. Por lo que pudiera ocurrir. Puerta jugó contra Suecia un 7 de octubre de 2006. Alberto lo hizo siete años y una semana después. Sus vecinos podrán presumir por otoño, mientras esperan de nuevo a que florezca el azahar para pedir escaleras, de un referente del barrio.