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Siria: Atentado contra Waël al-Halaqi

Seis hombres de su escolta que viajaban en su convoy, incluido un guardaespaldas personal, murieron

MADRID Actualizado: Guardar
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En un audaz ataque en el corazón de Siria, la rebelión estuvo a punto de matar esta mañana en Damasco al primer ministro sirio, Wael al-Malki, quien resultó casi milagrosamente ileso. Seis hombres de su escolta que viajaban en su convoy, incluido un guardaespaldas personal, murieron.

Nadie en el momento de escribir estas líneas había reivindicado el atentado y eso, suponiendo que aparezca una sigla concreta, una facción identificable daría una pista muy interesante sobre cómo, quien y por quién se decide una operación tan audaz en el barrio chic por excelencia de la capital.

Malki, como cualquier primer ministro en el esquema de gobierno en la Siria de hoy, es una personalidad relativamente secundaria por la naturaleza personal del poder (familia Assad y asociados) y la fuerza de los mecanismos de genuina representación política y poder en el régimen, cuya cúspide entiende atender a los clanes, los intereses y el poder real en los negocios y, más aún, en los potentes aparatos de seguridad.

Al-Malki no formaba parte de esa élite. Médico ginecólogo de formación, de 47 años, afiliado al partido Baas (el que dirige la nación y el estado, único de hecho) es digno de un subrayado su condición de sunní. Este hecho desmiente, o atenúa mucho, la muy extendida tesis de que el régimen es una alianza de la secta alauí (de origen shií, pero específica y peculiar) con las diversas Iglesias cristianas y los drusos y que la oposición es casi en su totalidad sunní.

El contexto del atentado

A los autores del ataque les importa muy poco esto y habrían intentado matar a cualquier primer ministro sea cual fuere su afiliación religiosa. Por lo demás, el régimen sopesa bien esta condición y atiende a los sunníes cooperadores, entre ellos los que integran la gran burguesía comercial damascena. El intento, pues, es político, no confesional. El antecesor de al-Malki, Ryad al-Hijab, quien se fugó del país para unirse a la oposición en agosto pasado, también es sunní.

Más relevante puede ser el marco general del atentado, su momento. Se produce cuando se reconoce internacionalmente que el régimen no solo resiste, sino que ha obtenido en las últimas semanas éxitos militares que confirman el punto muerto sobre el terreno y el gobierno, con el apoyo ruso, está combatiendo una amenaza más grave: los indicios de que ha recurrido en pequeña escala a utilizar armas químicas.

La oposición, entre tanto, pena para poner orden en sus filas, se ha confirmado la dimisión de su respetado líder, Muaz al-Jatib y parece apuntarse una cierta reevaluación de la crisis en algunas capitales de peso, como El Cairo, donde vuelven a sonar exhortaciones oficiales en pro de una solución pactada entre sirios, es decir, indirectamente hostil a una operación internacional. En este marco general, y por raro que parezca, el atentado es un hecho relativamente menor.