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La noche de Concha Velasco

La actriz vallisoletana recibe el Goya de Honor en la fiesta de los nominados

MADRID Actualizado: Guardar
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En los Teatros del Canal de Madrid estaban este lunes casi todos los nominados a los Goya: de Pablo Berger, director de 'Blancanieves' a Maribel Verdú; de J.A. Bayona con 'Lo imposible', a Fernando Trueba acompañado de Aída Folch, protagonista femenina de 'El artista y la modelo'; de la familia León de 'Carmina o Revienta' a José Sacristán, primera vez candidato al Goya a actor protagonista a sus 75 años. Pero la de hoy era en realidad la noche de Concha Velasco, que recibió el 'cabezón' sin competencia: el Goya de Honor a toda su carrera, un premio que desde el año pasado se entrega en la fiesta de nominados, festejo que sirve de preámbulo a la Gala de los premios de la Academia.

"Tengo la edad y la trayectoria para este Goya de honor. Ya me tocaba", dice risueña la actriz en el pasillo de entrada a la sala. La actriz de 73 años, vestida de un Armani "comprado en las rebajas como me dijo Maribel Verdú", salió al escenario tras una emocionada presentación del presidente de la Academia, Enrique González Macho, y con los nominados a los Goya dispuestos en el escenario para la foto de familia. En primera fila la miraba su amigo y compañero de largo recorrido José Sacristán, 'Pepito', como lo llamó Velasco en más de una ocasión.

Concha Velasco ya lloraba antes de empezar a hablar, mientras acunaba, besaba y levantaba el 'cabezón' del Goya y se paseaba de un lado al otro del escenario. Ella, que a los 19 años y gracias a 'Las chicas de la cruz roja' (1958) ya era la cara de la nueva comedia española y que a los 24 ya se había convertido en un fenómeno cinematográfico y musical, gracias a 'Historias de la televisión' y aquello de 'La chica ye-yé'. "No pensaba emocionarme. Porque ya sabéis que no hay nada que me guste más que estar en un escenario y tener un Goya", arrancó con su discurso, salpicado en todo momento de buen humor.

Sus palabras fueron una declaración de amor a su oficio de cómica y al cine. "A mí el cine me gusta más que la vida -dijo- porque en la vida no hay elipsis, ni primer plano, ni encadenado". "Me gusta el cine -continuó- y si no lo hubieran inventado, lo habría inventado yo". Velasco, una de las actrices clave de las españoladas de los años sesenta, pareja cinematográfica de Tony Leblanc, Alfredo Landa o José Luis López Vazquez, y actriz de cine dramático de la mano de Pedro Olea ('Pim, pam pum fuego') o Mario Camus ('La colmena'), reclamó nuevos papeles, le hizo una oferta directa a Fernando Trueba, y recordó que ella es de las pocas que "persigue a directores y productores". "A José Luis Berlanga lo perseguí hasta que me dio el papel de 'París Tombuctú'", recordó siempre entre el chascarrillo y la honestidad brutal. "Este es el premio más importante de mi vida", reconoció emocionada, quien ostenta un Premio Nacional de Teatro, la Medalla de Oro de la Academia.

El emotivo y divertido discurso de Concha Velasco alivianó el ambiente caldeado e incómodo que se había instalado en la sala luego del discurso de la consejera de Empleo Turismo y Cultura de la Comunidad de Madrid, Ana Isabel Mariño, cuyas palabras sobre el ombliguismo de la industria y los datos sobre el apoyo a los cortos y a los rodajes por parte de la Comunidad de Madrid no sentaron bien entre los nominados. De hecho el propio González Macho le contestó en su discurso: "Si quiere que se hagan más rodajes en Madrid, eso depende de usted". Concha Velasco no entró en batalla. No estaba para que le aguaran la fiesta. "Esto no termina aquí. Lo mejor siempre está por llegar", concluyó, feliz.