mundo marino

¡Kraken a la vista!

Logran grabar por vez primera en movimiento a en su hábitat al misterioso calamar gigante, que puede alcanzar los 20 metros de longitud

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Dinosaurios del mar. Así suele llamar Luis Laria a los calamares gigantes, animales sobre los que en realidad no se conoce gran cosa porque viven en lo más profundo del océano y porque, además, nunca han despertado el interés comercial del hombre (el alto contenido en amoniaco de su carne hace que no pueda ser asimilada por el estómago humano). Laria es el director del Museo del Calamar Gigante de Luarca (Asturias), una instalación única en su género que es referencia inevitable para todos aquellos científicos interesados en lo que a todas luces es uno de los últimos enigmas del mundo animal. «Si se compara con todo lo que sabemos de la mayoría de los animales marinos, sobre todo si hablamos de los de gran tamaño, podríamos decir que en el calamar gigante estamos casi a ciegas», reconoce.

El aura de misterio que envuelve al cefalópodo explica que desde hace años se haya convertido en una de las piezas más codiciadas por investigadores y zoólogos de todo el mundo. El japonés Tsunemi Kubodera, del Museo Nacional de Ciencia y Naturaleza de Tokio, ha encabezado varias expediciones para descubrir a los calamares gigantes en su hábitat natural. La última de ellas, desarrollada en verano junto a una isla situada unos mil kilómetros al sur de Tokio, se ha saldado con un rotundo éxito: por primera vez se han conseguido imágenes de un ejemplar en su hábitat natural. «Es una noticia extraordinaria, un paso adelante importantísimo para empezar a desentrañar el enigma sobre estos seres», valora el director del museo asturiano.

Las imágenes, que serán difundidas en primicia por la televisión pública japonesa NHK el próximo domingo, fueron tomadas a una profundidad de 630 metros. Los científicos permanecieron en un sumergible y consiguieron atraer al animal utilizando como cebo un calamar de su misma especie pero menor tamaño. «Parece que grabaron a un ejemplar de unos tres metros de largo que podría ser una hembra y que no tenía los dos tentáculos», explica Laria. Los calamares gigantes, que son en sí mismos una especie (‘Architeuthis’), tienen ocho brazos en torno a la boca y otros dos más largos para capturar alimentos. «Es probable que el ejemplar del que se han tomado imágenes haya perdido los dos tentáculos más grandes, de ocho o nueve metros, en alguna disputa con tiburones o cachalotes», aventura el científico.

Parece que a ninguno de esos dos depredadores les produce ardor la carne amoniacada de los ‘architeuthis’. En los estómagos de algunos ejemplares muertos se han hallado restos de picos –en realidad mandíbulas– que habrían pertenecido a calamares gigantes. Ese indicio lleva a suponer a los científicos que tiburones y cachalotes constituyen la principal amenaza de los cefalópodos, algo por otra parte sin demasiado relieve teniendo en cuenta que nadie tiene una idea aproximada sobre cuál puede ser su población real. «Habitan en todas las latitudes menos en las tropicales pero ni siquiera se sabe si hay decenas de miles o si están al borde de la extinción», acota Laria.

Ojos como platos

El director del museo asturiano ha seguido muy de cerca la expedición que ha logrado en aguas japonesas las primeras imágenes del ‘architeuthis’. El canal Discovery Channel, que también ha participado en la aventura científica, le pidió su colaboración para recopilar toda la información posible sobre la especie. El litoral asturiano es extraordinariamente rico en calamares gigantes. El llamado caladero de Carrandi, un enclave submarino situado a unos cuarenta kilómetros al noreste de Gijón, se ha revelado un fértil hábitat de cefalópodos de talla XXXL. En el museo de Luarca hay referencias de al menos 57 ejemplares. «A los que afloran a la superficie de forma natural, es decir, cuando ya están muertos y aparecen flotando en el mar o varados en la costa, hay que sumar los que caen en las redes de los pesqueros de arrastre». El ejemplar de mayor tamaño es una hembra de 13,7 metros que es una de las principales atracciones del museo.

La longevidad es otra de las incógnitas que rodean al animal. Hay científicos que creen que alcanza su máximo desarrollo a los cuatro/cinco años y otros que elevan su esperanza de vida hasta los nueve años. Lo único que está claro, en cualquier caso, es que está dotado de una prodigiosa capacidad de desarrollo. «Es asombroso que un organismo que apenas mide dos milímetros al nacer pueda llegar a crecer hasta los veinte metros en ese tiempo», se asombra el investigador.

De lo hallado en las necropsias de algunos ejemplares de la costa asturiana se sabe que el alimento preferido del calamar gigante es la bacaladilla o lirio. Las profundidades en las que se desenvuelve hacen del resto de sus costumbres un auténtico enigma. Los análisis del equipo de Luis Laria indican que la mayor concentración de ejemplares se registra en áreas con cañones submarinos que superan los 2.000 metros de profundidad. Se presume que realizan migraciones verticales en busca de alimento hasta llegar a trescientos o cuatrocientos metros de la superficie.

El tamaño de los ojos constituye otro de los enigmas del calamar gigante. Pueden llegar a tener 25 centímetros de diámetro, es decir, el tamaño de un plato de postre, y son los más grandes del reino animal. Hay quien sostiene que tiene una capacidad de visión cinco veces superior al hombre, pero la pregunta inevitable es para qué le sirven semejantes ojos a un animal que vive en profundidades a las que nunca llega la luz. Todo lo que rodea a esta especie, como se ve, tiene un aura de misterio que se ve acrecentada por las muchas leyendas a las que ha servido de inspiración. El kraken, un monstruo gigante a medio camino entre un pulpo y un calamar, ha alimentado durante siglos la imaginación de los marinos y ha tenido un protagonismo sobresaliente en obras tan populares como ‘20.000 leguas de viaje submarino’ o, más recientemente, las entregas cinematográficas de ‘Piratas del Caribe’.