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La Liga se escapa del Bernabéu

El Madrid, sin alegría ni fútbol, es incapaz de cerrar el partido y al final cede un empate que convierte el título en una utopía

MADRID Actualizado: Guardar
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La Liga se le escapa sin remedio al Real Madrid a balón parado. Una vez más el campeón fracasó en la defensa de un córner que llegó muy cerca del final y el equipo de José Mourinho, aunque apeló a la heroica en los últimos minutos, que es lo que le gusta, dio ante el Espanyol un paso casi definitivo para comenzar a pensar, ya muy en serio, que el título es una utopía. El balón parado es esta temporada una de las cruces del Real Madrid, y así caminan los blancos hacia una pesadilla liguera, hacia un abismo que va a dejar toda la temporada pendiente ya solo de la Copa de Europa. El Madrid, sin fútbol ni alegría, fue incapaz de cerrar el partido cuando lo tenía todo a favor, y acabó por ceder un empate que provocó la indignación del Bernabéu. Mourinho asegura que no pueden entrenar más los córners. Pues sucedió de nuevo y, en esta ocasión, con muy poco tiempo y sosiego para aspirar al triunfo. Y las culpas se reparten entre técnico y jugadores, que parecen estar desorientados y muy hartos de las formas de Mourinho.

Ni siquiera fue suficiente con Cristiano, porque el Madrid no carbura y ante el Espanyol volvió a jugar a impulsos. Reaccionó en el vestuario y tras el descanso se aprovechó durante una larga fase del intercambio de golpes que tanto la beneficia, pero no hubo contundencia adelante ni atrás. El gol del empate de Cristiano al borde del descuento de la primera parte, con posterior asistencia a Coentrao en el arranque de la segunda, fue clave para que el Madrid diese entonces la vuelta a un partido que se complicó desde el inicio para los blancos por su persistente atasco ofensivo, su debilidad defensiva, y la ansiedad que atenazó siempre a un equipo contagiado por el nerviosismo. Al Madrid le faltó tranquilidad y puntería, y le sobraron Kiko Casilla y la verbena defensiva final para no sufrir un nuevo varapalo, ahora de dimensiones importantes.

Al final hubo bronca casi mayoritaria de los pocos que quedaban, pero en el primer tiempo incluso algunos aficionados madridistas aplaudieron el gol de Sergio García. Muy mal síntoma para Mourinho y un equipo que ya fue despedido con pitos en el descanso y que, en la segunda parte, con el Madrid reactivado por el gol del de casi siempre y porque el Espanyol se abrió después de haber estado muy encerrado durante 45 minutos, pudo acabar goleando. Si no llega a ser por Kiko Casilla, el Madrid no se habría estrellado ante uno los peores equipos del campeonato que, como ya había advertido Mourinho, iba a salir al Bernabéu a defenderse y a responder al contragolpe. Después, con el marcador y el campo inclinado hacia el Madrid, el Espanyol se estiró y los blancos se aprovecharon de ello, con más interés, velocidad y juego. Solo faltaron más goles para confirmar la superioridad del Madrid, que mejoró con la entrada de Di María y la mayor presencia de Özil, que hasta entonces estaba fuera de sitio y se estorbaba con Modric. Pero los blancos creyeron que, dada la diferencia con el rival, no era necesario insistir ni tener continuidad y al final lo pagaron caro.

Un embudo

A un equipo que juega mal al futbol como es el Real Madrid y al que le encuentra encontrar salidas ante un rival defensivo, lo que le va es la ida y vuelta y el juego rápido y directo, aunque en la segunda parte, beneficiado por la tranquilidad que le dio el resultado, también tuvo algo de juego combinativo y profundidad. El Madrid hizo olvidar su pésimo primer tiempo y su preocupante falta de entusiasmo durante los mejores minutos que destiló en el segundo, cuando ya no hubo esa imperdonable apatía que rodea tantas veces a este equipo de dos caras. Desconectado el vestuario de su entrenador, los jugadores quisieron demostrar que si quieren, pueden. Sobre todo, si enfrente está un rival tan endeble que asustó a las contras.

Fue Cristiano quien despertó al equipo y contagió a sus compañeros, pero el arranque del buen y prometedor inicio del segundo tiempo se fue diluyendo, porque este Madrid no es sólido ni fuerte de mentalidad. Ya no se lo cree. Sin los lesionados Higuaín y Benzema ni Morata en el once, el técnico alineó, como es habitual, a Cristiano en banda izquierda y sorprendió con Callejón de ‘9’. Sin embargo, dado el embudo en el que se convirtió el ataque blanco, con excesiva lentitud y nula claridad, Cristiano se fue echando al centro y fue desde ahí, desde la posición de delantero centro puro, como ocurrió en la Copa ante el Celta, apuntilló al Espanyol. El centro fue de Khedira, lo que da una idea de que cuando los laterales no funcionan y el talento está desaparecido, todo vale. Al final, con Callejón despedido entre aplausos, los mismos con los que se recibió a Morata, se pensó en que el punta canterano sería la solución. Pero el joven Morata no iba otra vez a arreglar el desaguisado, cuando el Madrid y el Bernabéu estaban en estado de máxima tensión y ansiedad.