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Navidad: El alimento emocional de una mesa compartida

En diciembre, las comidas festivas favorecen el encuentro: se llena el estómago pero también la despensa afectiva

MADRID Actualizado: Guardar
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Todos tenemos un modo de relacionarnos con la comida que expresa en alguna medida nuestra vida afectiva y la relación que mantenemos con los otros y con nosotros mismos. Comer es un placer desde el primer momento de la vida, el alimento calma la necesidad corporal y la afectiva. Los primeros placeres amorosos que quedaron en la base de nuestra relación con la comida empezaron con nuestra madre. Primero, con el amamantamiento, en el que la alimentación afectiva iba unida a la física y, más tarde, con las huellas que nos quedaron de cómo, qué y quién nos daba de comer en nuestra primera infancia. Con esas huellas se crean asociaciones inconscientes que harán de la comida un buen momento para las relaciones interpersonales o un hecho no tan placentero, si no hemos recibido una herencia emocional que nos permita disfrutar de ella.

Freud decía que las dos necesidades básicas del ser humano son el hambre y el amor. Si no satisfacemos la primera se muere nuestro cuerpo, pero si no tenemos el suficiente amor para vivir, la tristeza nos destroza y también queremos morir. Por ello, si logramos enlazar un buen alimento emocional, es fácil que podamos disfrutar alrededor de una cena del placer de vivir con aquellos que son importantes para nuestra vida. (Más información en MujerHoy.com)