Pan carrbonizado.
HISTORIA

Pompeya, un cataclismo seductor

'Catástrofe bajo el Vesubio' recrea a través de 600 piezas originales la vida en las ciudades romanas de Pompeya, Herculano o Estabia, arrasadas por el Vesubio en el año 79

MADRID Actualizado: Guardar
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«Muchas desventuras han acaecido en el mundo, pero pocas han procurado tanta ventura para la posteridad». Así se refería Goethe a la gigantesca explosión del Vesubio que en el año 79 de nuestra era arrasó en 48 horas toda la región de Campania, al suroeste de Italia. Pompeya, Herculano, Estabia, Boscorreale o Nola quedaron enterradas bajo siete metros de piedras, lava y cenizas. Desde entonces el violento estallido del volcán es un poderoso símbolo y un recordatorio de la capacidad destructora de la naturaleza y de la indefensión humano ante su telúrico poderío.

Ahora es posible recrear y revivir el antes y el después de aquella catástrofe de gigantesca magnitud gracias a la muestra 'Pompeya. Catástrofe bajo el Vesubio' una «sobrecogedora foto» de aquellos días. Reúne más de 600 pieza de excepcional valor y permite calibrar mediante seis audiovisuales la magnitud real de aquel seductor cataclismo. También poner en valor la figura de Carlos III, el 'Rey arqueólogo', el monarca español que descubrió, financió, divulgó y protegió los hallazgos de unos enclaves que casi dos milenios después de la hecatombe siguen siendo uno de los más fascinantes yacimientos arqueológicos del mundo.

La muestra, que recala hasta la próxima primavera en el madrileño Centro de Exposiciones Arte Canal, reúne un total de 637 piezas, casi todas originales y cedidas por una veintena de instituciones, con especial generosidad del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. A través de estas piezas se revive en cuatro apartados y diez áreas temáticas uno de los episodios más sobrecogedores de nuestra historia y que sigue despertando un vivísimo interés traducido en decenas de novelas, películas, documentales e investigaciones.

Comisariada por el historiador Martín Almagro-Gorbea, anticuario de la Real Academia de la Historia, la muestra tiene un doble objetivo. Por un lado, refleja y recrea el alcance de la erupción volcánica que arrasó una colorida ciudad plena de vida, y sus terribles efectos. Rinde, por otro, homenaje al 'Rey arqueólogo', el madrileño Carlos III, soberano de Nápoles y las dos Sicilias, sin cuyo interés y financiación no hubiera sido posible el descubrimiento del yacimiento romano más vivo y rico de la historia.

Además de ser el descubridor e impulsor de las excavaciones de Pompeya y Herculano, la actuación del monarca «sentó las bases de la arqueología posterior y los protocolos para excavar, documentar, proteger y evitar que las piezas abandonaran su lugar de origen», recordó el comisario de exposición. Un Martín Almagro que ha seleccionado la totalidad de las piezas de la muestra, de las que 629 son originales, en su mayoría inéditas en España.

Para todos los públicos

El empeño de Martín Almagro es que «el complejo del montaje fuera accesible a todos los públicos», de modo que «a través de la belleza de los objetos se transmitan importantes ideas». Almagro destacó el interés didáctico, cultural y de investigación de la muestra. «Queremos que el visitante pueda revivir Pompeya y su destrucción», aseguró el académico y catedrático, invitando a un viaje «que comienza con la visita mágica a la impresionante vida llena de colorido de la ciudad de Pompeya». Una vitalidad y un refinamiento que en lo artístico y lo suntuario se refleja en piezas como los excepcionales frescos de 'Hipólito' y 'Retrato de una mujer joven (Safo)', conocida como la 'Gioconda pompeyana' que cede el museo de Nápoles. También en el bronce 'Corredor', rescatado de la Villa de los Papiros de Herculano, una colección de yelmos de gladiadores, los mármoles 'Marco Holconio Rufo' y de 'Priapo', los bronces 'Apolo Citarista' y 'Efebo de Antequera' o el mosaico 'Sacrificio de Ifigenia'.

Es posible revivir con todo lujo de detalles la vida cotidiana de los pompeyanos y herculanos. Se puede contemplar a través de la reconstrucción de la Casa de Menandro, lujosa villa de la que se rescataron frescos, cubertería, vajillas y mobiliario. No menos espectaculares son los ejemplos de frescos y de pintura pompeyana recuperados en un excelente estado de conservación y que son «el conjunto de pinturas murales más importantes del mundo antiguo», a juicio del comisario. Hay instrumental médico, grafitis, herramientas, armas o joyas.

Junto a los objetos excelentemente conservados reunidos en la primera mitad de la muestra, vemos en la segunda otros retorcidos por el infernal calor volcánico, petrificados o fundidos, abandonados por los pompeyanos en su precipitada huida. Hay reconstrucciones de los restos humanos y animales petrificados, pisadas de personas y bestias solidificadas en los dos días en que Pompeya, Herculano y Estabia se enterraron bajo capas de sedimento que no se levantarían hasta casi dieciocho siglos más tarde. Se exhibe así el vaciado de un cadáver en una escalera, un pan carbonizado, un plato de aceitunas, restos de gárum (un alimento básico de la dieta romana) y todo tipo de ajuar.

Otras pompeyas

La última parte de la muestra es un homenaje a Carlos III, que según Martín Almago, es «una de las figuras más interesantes de la historia de la arqueología». Además de excavar, documentar y proteger los yacimientos, evitó el expolio de las piezas. Se complementa este apartado con el espacio dedicado al estilo pompeyano que triunfó en los salones aristocráticos del XVIII y a las 'pompeyas españolas', las excavaciones impulsadas bajo el reinado de Carlos III e Itálica (Sevilla) y las de Segóbriga (Cuenca) y Mérida (Badajoz) ya bajo el reinado de Carlos IV.

Los seis audiovisuales que complementan la exhibición de la piezas -entre ellos, 'Pompeya el último día', producido por la BBC- recrean la catástrofe y sus consecuencias e ilustran la vida cotidiana en esta rica región del Imperio Romano antes de su destrucción.

La muestra se instala en un lugar privilegiado, la sala hipóstila, más de 2.000 metros cuadrados en el antiguo depósito de aguas del Canal de Isabel II, un espacio que alberga desde hace una casi una década muestras dedicadas a grandes civilizaciones y por las que han pasado más de dos millones y medio de visitantes interesados en la China de los guerreros de Xi'an, Egipto o Roma.