segundo día de juicio

Examantes de la descuartizadora de Viena dicen que es «amable y sumisa»

La defensa de Estíbaliz Carranza alega que estaba drogada cuando mató y desmembró a su exmarido y, dos años después, a un novio

BERLÍN Actualizado: Guardar
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El segundo día del juicio contra Estíbaliz Carranza, la joven de ascendencia vasca acusada de haber asesinado y descuartizado a dos hombres en Viena entre 2008 y 2010, estuvo marcado por los intentos de sus abogados de presentarla como víctima de sus debilidades. La defensa alegó ayer que estaba drogada cuando cometió los crímenes, y los testigos -examantes de la acusada- la describieron como una persona insegura, «amable» y «sumisa», que intentaba presentarse como «perfecta» para atraer y retener a sus parejas.

La joven de 34 años, hija de una alavesa y un mexicano, se declaró culpable el lunes, en el primer día de juicio, de haber matado y descuartizado a su exmarido y a un amante y haberlos escondido en el sótano de su heladería. Sin embargo, mientras las fiscales Petra Freh y Dagmar Pulker -y los psiquiatras que testificaron el lunes- intentan mostrarla como una asesina despiadada, sus abogados defensores, Rudolf Mayer y Werner Tomanek, se afanan por presentar a su clienta como víctima de sus pasiones.

Para desmontar la imagen de mujer fría y manipuladora, sus letrados dieron ayer con una explicación tardía: Carranza se encontraba bajo los efectos de las drogas. En concreto, fármacos legales recetados por su psiquiatra para tratar un estado de miedo constante que le provocaba taquicardias.

Dice la defensa que 'Esti', como la llaman en su entorno familiar, tomaba cinco medicamentos diferentes tres veces al día entre los que había antidepresivos y compuestos para luchar contra la esquizofrenia. No obstante, testigos de la policía italiana que llevó a cabo la detención de la acusada tras huir de su casa, en junio de 2011, aseguran que no se encontraba bajo los efectos de ninguna droga. «Ella mató a las víctimas en casa. Un disparo, después otros tres hasta comprobar que ya no salía más sangre de las heridas y asegurarse así que el hombre había muerto», recordó el policía italiano en el estrado de testigos sobre la que fue la primera víctima, un alemán que conoció en Berlín y con el que se casaría y montaría la heladería en Viena.

Después de los agentes le llegó el turno a Roland R., actual marido de Estíbaliz, con la que se casó hace unos meses, cuando ella ya estaba en prisión, y con la que tiene un hijo nacido en la cárcel. El hombre, de 49 años, entró en la sala, miró brevemente al banquillo de los acusados, rechazó declarar contra su mujer y se retiró. Era lo esperado. En una entrevista con el diario austríaco 'Kurier', declaró que son «una pareja» y que la va a esperar. «Creo que no comprende aún su culpa», afirmó el hombre.

Los testimonios de antiguos amantes de la acusada dieron una imagen diferente de ella. «Siempre hacía lo que los demás le decían», relató una de sus exparejas, al mismo tiempo que calificó a Manfred Hinterberger, su segunda víctima, como «un prepotente y estirado».

Botox y silicona

«Amorosa, amable y simpática», explicó por su parte otro exnovio que estuvo con ella un año, justo en la misma época en la que ella disparó contra su exmarido Holger Holz, algo de lo que él aseguró no haber tenido constancia, ni haber notado nada raro en ella. «La 'Esti' era una chica que hacía todo lo posible por gustarte», comentó, y la calificó de «sumisa». Sin embargo, en su opinión le faltaba «autenticidad». «Ella se presentaba como perfecta, algo que después no podía mantener», agregó sobre la acusada, con la que tuvo una relación hasta mayo de 2009, antes de que conociese a la que sería su segunda víctima. Respecto a esta última, el testigo no tuvo tan buenas palabras. «Era un golfo», afirmó. Sin embargo, Estíbaliz le comentó que le daba igual, que ella quería un hombre y él una heladería.

La propia acusada relató durante el primer día de juicio cómo Hinterberger la obligó a someterse a innumerables operaciones de belleza, desde una operación de nariz hasta inyecciones de botox o silicona en los labios. «También tenía que hacer mucho deporte, a pesar de hacer turnos de doce horas en la heladería, para mantener la figura», aseguró en la vista.

La hispano-mexicana dio todo tipo de detalles durante el inicio del juicio, cuando reconoció haber matado a los dos hombres, haberlos descuartizado y luego introducido en cubetas de helado que rellenó de cemento y escondió en el sótano de la heladería, con la mala suerte de que unos obreros que hacían obras en el local contiguo hallaron los cadáveres.