Foro Futuro en Español

Escritores atrapados entre la pantalla y el papel

Los literatos que participan en las Jornadas 'Futuro en Español' confiesan su relación, no siempre amable, con las nuevas tecnologías

LOGROÑO Actualizado: Guardar
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Hace ahora 2.500 años, Sócrates estaba que trinaba. Al filósofo griego le horrorizaba la proliferación de unos cilindros de papiro, llamados 'volúmenes', en los que los amanuenses iban anotando palabras. Según sabemos por los diálogos de Platón, al maestro le preocupaba que, al tener las sentencias escritas para siempre, los aprendices ya no se preocuparan de estudiar. Aquello suponía un peligro para la educación.

¿Les suena?

Hacia el siglo III o IV de nuestra era, los últimos habitantes del Imperio Romano comenzaron a cambiar el concepto de libro: en lugar de los habituales y engorrosos rollos, empezaron a utilizar un objeto de páginas separadas y encuadernadas una detrás de otra, al que llamaron códice. Su éxito fue completo, aunque conoció algunas resistencias. Los primeros cristianos se negaban, por ejemplo, a que se escribiese el Credo. Sospechaban que entonces ya nadie se lo aprendería de memoria.

¿Les suena?

Cada cambio tecnológico lleva aparejada su inevitable dosis de vértigo. Se intuyen peligros formidables que acechan como fantasmas, escondidos tras las evidentes ventajas. «Todas las tecnologías muy poderosas han traído cosas buenas y cosas malas. No hubo accidentes de ferrocarril hasta que no hubo trenes. ¿Antes estábamos más seguros? Sí, pero nos movíamos en tartanas», resume el filósofo José Antonio Marina (Toledo, 1939). «Con cada nueva técnica que aparece hay un momento para aprovechar lo bueno e intentar arreglar lo malo», concluye.

Tal vez hoy, cuando arrecia la revolución informática, nos encontremos ya en ese momento.

María Dueñas (Puertollano, 1964), autora de 'El tiempo entre costuras' y 'Misión Olvido', acaba de estrenar su primer libro electrónico. Estos meses se los está pasando viajando de la ceca a la meca y le ha venido de perlas: «Quería leer 'The casual vacancy', la novela de J.K. Rowling para adultos. La tengo en papel, pero con las tapas duras, formato grande y más de 500 páginas... ¡Como para llevarlo por ahí todo el día! En cambio, el e-book apenas pesa 200 gramos y lo llevo tranquilamente en el bolso». Dueñas, eso sí, se resiste a decretar la muerte del viejo libro: «A mí me gustaría llegar a una convivencia y que permaneciéramos ahí, sin que el libro electrónico acabase devorando al libro en papel... Aunque tengo mis dudas -reconoce-. Quizá nosotros no lo lleguemos a ver, pero con las nuevas generaciones va a cambiar bastante el escenario».

José Antonio Marina y María Dueñas participan en las Jornadas Futuro en Español, que comienzan hoy en el Riojafórum de Logroño. Les acompañará Inma Chacón (Zafra, 1954), autora de 'Tiempo de arena', que también apuesta por la convivencia entre el papel y la pantalla: «Sucede que el libro electrónico, como todo lo nuevo, da un poco de miedo, pero ese no es el problema... El verdadero problema es recuperar el interés de los jóvenes por la lectura, porque se han alejado mucho de los libros». Inma lo dice con conocimiento de causa: además de escritora, da clases en la Facultad de Ciencias de la Información. «Los chavales leen poco y hay que forzarles. ¡Ni siquiera ojean el periódico y quieren ser periodistas! No cogen ni los gratuitos y tampoco lo miran por internet».

Así que el problema de fondo va más allá de que uno prefiera el papel o la pantalla. ¿Y ese 'lenguaje nuevo' que van construyendo los jóvenes en las redes sociales o en los sms? «Para mí no hay ningún lenguaje nuevo, sólo jeroglíficos, abreviaturas y palabras mal escritas. Todo muy antiguo», puntualiza el historiador y novelista Fernando Iwasaki (Lima, 1961). «Lo nuevo -apostilla- es que toda esa gente con grandes habilidades digitales pero mal preparada en el uso de nuestro idioma, trabaja en los medios de comunicación por tres duros y así se ven unos errores ortográficos, sintácticos y gramaticales inéditos en la historia reciente de la prensa española, porque en la historia menos reciente eso te podía costar el puesto de trabajo».

La vida en 140 caracteres

Sin embargo, quizá las nuevas tecnologías no nos conduzcan inexorablemente a abismos tan terroríficos y profundos como nos tememos. Ni siquiera en el desolado campo de los medios de comunicación: «El periodismo está muy tocado, como el teatro. Tienen mala salud desde hace mucho tiempo, pero no hay quien se los cargue», explica Javier Rioyo (Madrid, 1952), periodista, guionista y actual director del Instituto Cervantes de Nueva York. «Por supuesto que cambiará de forma, pero me acuerdo de cómo era cuando yo empecé en esto, hace solo treinta años, ¡y parece la prehistoria! Otra cosa es cómo abunda hoy la información mal contrastada o la cantidad de opiniones que se vierten sobre asuntos que no se conocen o las noticias que se publican, incluso en medios supuestamente serios, sobre gente cuyas vidas no nos importan. Eso sí que es una pena».

Resulta, por lo tanto, que las nuevas tecnologías solo son un vértice (y quizá no el más peligroso) del cambio cultural que vivimos. Aunque ciertos autores, como Nicholas Carr, advierten de que estamos perdiendo la capacidad de leer textos largos, profundos y matizados. Vivimos en el tráfago de los 140 caracteres. «Esos temores sí que me parecen absurdos -contraataca Iwasaki-, porque en internet abundan repertorios de textos densos y complejos en pdf, epub o cualquier otro formato. La gente simple, distraída y superficial siempre ha existido, desde los tiempos pre-analógicos».

Quizá solo suframos el vértigo de una revolución que va a toda pastilla: «Recuerdo perfectamente mi primer ordenador -señala María Dueñas-. Fue un Mac de esos que eran como una torre, con una pantalla pequeñita y en blanco y negro. Era una carraca. ¡Me costó 50.000 pesetas y eso que era de segunda mano!»