Rajoy, en el Consejo Europeo. / Efe
análisis

En la dirección adecuada

Tras una sucesión de reuniones de jefes de estado y pronunciamientos de líderes europeos se ha fraguado un acuerdo que marca el futuro

MADRID Actualizado: Guardar
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La historia de la UE está repleta de cumbres que se convocan cuando la situación parece insostenible y donde las reuniones y discusiones acaban a altas horas de la madrugada. Esta ocasión no ha sido diferente, después de una sucesión de reuniones de jefes de estado, pronunciamientos de líderes europeos y un sinfín de decisiones que no satisfacían a los mercados, este viernes, prácticamente a las 4 de la madrugada, se fraguó un acuerdo que marca la dirección de futuro.

El acuerdo es importante porque trata de forma directa a dos de los grandes problemas a los que se enfrenta la zona euro para garantizar su supervivencia. En primer lugar, la necesidad de rescatar a las entidades financieras que aprovechando la burbuja inmobiliaria inflaron los activos de su balance y aceptaron operaciones cada vez más arriesgada. Este problema no afecta sólo a los países con boom inmobiliario, también a los países del centro de Europa y nórdicos que financiaron a los bancos del sur de Europa.

La recapitalización directa de estas entidades desde Europa supone no agravar el problema de deuda pública, ya que la ayuda no la recibe el Estado, lo que en el caso español supone un gran avance. De manera que si estos bancos no son capaces de salir adelante tras la recapitalización las posibles pérdidas son europeas y no de un solo Estado. No obstante, hay dos importantes sombras en este terreno, la primera la recapitalización sólo supone equilibrar los balances de las entidades y salvaguardar los depósitos de los ahorradores, pero no implica que el crédito financiero vuelva a circular, pensar que la recapitalización por sí sola reactivará el mercado financiero es un error, y es necesario que el mercado financiero vuelva a funcionar porque sin financiación a empresas y particulares difícilmente habrá crecimiento económico.

El segundo gran problema es la refinanciación de la deuda pública española e italiana. Ambos países estaban viendo estranguladas sus posibilidades de financiación en el contexto actual de bajo crecimiento y pese a los recortes de gasto público estas economías vienen obligadas a refinanciarse y debería ser a tipos razonables, porque de lo contrario con intereses del 6% o 7% el aumento en el pago de intereses anula todos los esfuerzos de subida de impuestos y recorte de gastos. De forma que la conclusión de la políticas de austeridad sólo es menos bienestar social y el mismo déficit. Para que las políticas actuales tengan sentido es necesario que los gobiernos dispongan del margen de tiempo necesario para que tengan efectos.

Quedan muchos interrogantes abiertos, como por ejemplo cuándo y de qué forma serán operativos los cambios acordados, si las medidas serán suficientes para calmar a los mercados, o qué ajustes, porque seguro que las políticas de austeridad y reformas seguirán su curso, van a producirse y cómo se repartirán estos costes en el conjunto de la sociedad. No obstante Europa parece caminar, esta vez sí, en la buena dirección.